Glamour en redes, trampa real: OnlyFans y la explotación sexual

Redacción Cuyo News
14 min
Cortito y conciso:

El glamur de las redes sociales esconde una cruda realidad: plataformas como el «sugar dating», OnlyFans o la venta de ropa interior usada, promocionadas como «dinero fácil», atraen a jóvenes en apuros económicos hacia nuevas formas de explotación sexual. Historias como las de Ana y Lidia desvelan la escalada de pedidos de contenido erótico y encuentros sexuales que se oculta tras la fachada de viajes y regalos. España, con 400.000 usuarios en 2022, es el quinto país del mundo en este tipo de redes. Una reciente campaña de la Comunidad de Madrid, con un millón de euros de inversión y un lema polémico, ha sido duramente criticada por responsabilizar a las mujeres en lugar de enfocarse en los proxenetas y la educación sexual, generando un fuerte debate sobre la verdadera solución a esta problemática que la Federación de Mujeres Jóvenes y otras voces califican como proxenetismo digital.

El glamur de las redes sociales es una postal imponente. Una joven, perfectamente producida, posa con botellas de Moët en una piscina que se funde con el mar en Dubái, o descendiendo lujosas escaleras en Montecarlo. Se presenta como una sugar baby y sus videos, un derroche de opulencia, insinúan una vida de ensueño junto a un misterioso hombre mayor que nunca muestra su rostro. Ana, nombre ficticio, mira la pantalla de su teléfono y, con un dejo de amargura, recuerda cuando ella también creyó que aquel universo estaba a su alcance. "Pensaba que era así de fácil", dice.

El universo del sugar dating – esa suerte de romance patrocinado entre chicas jóvenes y hombres mayores a cambio de prebendas y un estilo de vida fastuoso – se cruzó en la vida de Ana en 2022. Tenía apenas 18 años. "Me mudé a estudiar a Granada y no tenía casi dinero", explica. Compartía un piso "destartalado" con cinco universitarios más, buscaba trabajos por horas y soñaba con "las cosas caras que desean las niñas con esa edad: un iPhone, ropa de marca, viajar". En esos videos de TikTok creyó encontrar "un atajo sencillo" para alcanzar sus deseos, pero lo que halló fue, según sus propias palabras, la puerta a una realidad "muy cruda".

Tras darse de alta en una aplicación de citas especializada, concretó una cena con un hombre de unos 50 años. "Incluso me pareció excitante la idea", confiesa, "pero cuando lo tuve enfrente caí en la cuenta de lo que estaba haciendo y sentí asco; pensé: ‘¿Qué hago aquí con este señor que podría ser mi padre?’”. Al llegar al postre, el hombre le propuso ir a su casa, explicándole que "buscaba una especie de relación, alguien que le diera cariño y sexo, y que, a cambio, él podía ocuparse de los caprichos de esa persona".

Ana no accedió, aunque remarca que él fue "muy amable", porque sintió que era "entrar de lleno" en la prostitución. Esa misma noche se dio de baja en la plataforma y nunca más la volvió a usar. A pesar de su escape, tuvo "pesadillas" durante mucho tiempo sobre lo que podría haber pasado en aquel encuentro. "En los vídeos solo ves la parte de los regalos, los viajes increíbles y a sugar daddies que son ricos y guapísimos, pero no te das cuenta de que esto en realidad va de acostarte con alguien que no te gusta por dinero", resume, con la contundencia de quien ya no se deja engañar.

La fachada digital de la explotación sexual

El testimonio de Ana no es un grito en el desierto. No es un caso aislado. En diversos foros de internet pululan historias similares, casi calcadas: chicas jóvenes, atraídas por el tren de vida exitoso que otras mujeres exhiben en sus redes –muchas veces, influencers contratadas por las propias plataformas de sugar dating–, que en realidad enmascaran nuevas y edulcoradas formas de ejercer la prostitución.

"Con 22 años, comencé a ver de manera compulsiva vídeos donde chicas de mi edad explicaban sus experiencias con sugar daddies y lo bien que les había ido, el pastón que habían ganado…", escribe Lidia (nombre de usuario) en We Lover Size, una comunidad online donde relata su paso fugaz por una de estas apps. Ella también se dio de baja enseguida, frustrada porque "todos" buscaban sexo. Su post cierra con una pregunta que resuena en la experiencia de tantas: “¿Dónde están los sugar daddies tan maravillosos de los que hablan las youtubers?”.

Desde la Federación de Mujeres Jóvenes (FMJ) tienen una respuesta clara a la pregunta de Lidia: el sugar dating "no es lo que las adolescentes creen ver en las redes", aseguran, sino una de las nuevas y "peligrosas" vías de entrada a la explotación sexual. Los números no mienten y son preocupantes: según los últimos datos publicados por la ONG Diaconía, España es el quinto país del mundo con más usuarios en estas páginas, con 400.000 registrados en 2022; la mayoría, mujeres en edad universitaria.

Pero el sugar dating es solo una de las rutas. Desde el Observatorio de las Violencias Sexuales de la FMJ, señalan con dedo acusador a otras plataformas de creación de contenidos pornográficos. En particular, apuntan a OnlyFans como un espacio donde se ha logrado "blanquear" las nuevas dinámicas de explotación sexual y a través del cual se perpetúan "el sexismo, la violencia contra las mujeres y la dominación masculina".

¿Víctimas o responsables? El debate de la campaña millonaria

Basta con darse de alta en la propia plataforma para comprobarlo: una interminable lista de usuarias se exhibe semidesnuda, ofreciendo contenido para adultos a cambio de una suscripción. "Muchas chicas son captadas por la propia web en otras redes sociales, como Instagram o TikTok", explica Laura López, de la FMJ. "Las seducen haciéndoles creer que pueden ganar dinero colgando en OnlyFans las mismas fotos en bikini que tienen en otros perfiles, pero la cosa nunca se limita a una foto en bañador", advierte con preocupación.

Las jóvenes, muchas veces "con dificultades económicas" y "narcotizadas por el capitalismo feroz que se potencia en las redes", acaban abriendo una cuenta en este espacio. Tras las primeras imágenes, explica López, llegan "los mensajes de usuarios que piden más y más contenido, hasta que se producen las primeras citas y termina apareciendo la violencia sexual de carácter presencial".

El problema se ha convertido en una "amenaza tan importante" para las adolescentes que diversas instituciones llevan ya un tiempo con el foco puesto sobre estas plataformas. Entre ellas, el Ministerio de Igualdad, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o la Comunidad de Madrid, que recientemente lanzó una campaña contra las plataformas "que prometen independencia y esconden control y explotación sexual".

En su presentación, la consejera de Familia, Juventud y Asuntos Sociales, Ana Dávila, afirmó que esta iniciativa —cuyo lema es ¿Te desnudarías delante de ellos? y ha costado un millón de euros de dinero público— pretende prevenir "la extorsión y el ciberacoso, y luchar contra las redes mafiosas dedicadas a la trata y a la explotación sexual que se esconden detrás de este tipo de páginas".

Sin embargo, el objetivo, noble o no, chocó de frente con una catarata de críticas. Diversas expertas, organizaciones e incluso figuras políticas cuestionaron la campaña por caer en un error ya conocido: responsabilizar a las mujeres de la propia violencia que sufren, repetir estereotipos y tener un enfoque erróneo. Y acá es donde el debate se puso picante. "Un millón de euros se ha gastado Ayuso para decirnos otra vez que somos las culpables de las violencias machistas que sufrimos", posteó en X la exministra de Igualdad, Irene Montero. "Nuevamente una campaña situando a las mujeres como responsables de la violencia sexual que sufren. Otro grave error", escribió en X Francisco Martín, el delegado del Gobierno en esa autonomía. "De Ayuso, creadora de la campaña ‘no pierdas de vista tu copa’. Ahora llega ‘¿Te desnudarías delante de ellos?’. Las responsables NO son las mujeres. Contra el porno hay que dar educación sexual. Pero Madrid se la ha cargado. Igual que la formación contra la violencia machista", sentenció Lorena Morales, diputada socialista en la Asamblea madrileña.

La abolición como única salida al espejismo

Más allá de la tormenta política, la cruda realidad persiste y se hace evidente en un patrón dolorosamente reconocible: mujeres jóvenes en apuros económicos que, atraídas por los reclamos de estas páginas, pueden acabar involucradas en dinámicas de explotación sexual. "Cuando eso sucede, las chicas deben ser consideradas víctimas", insisten desde la Federación de Mujeres Jóvenes, cuyas integrantes denuncian cómo estos espacios "disfrazan" el proxenetismo con un barniz de modernidad y empoderamiento.

"La única solución para acabar con el trauma que están causando a muchas mujeres es la abolición", concluye Laura López, esperando que la ley que prepara el Gobierno incluya y regule webs como OnlyFans. Jóvenes como Ana ven fundamental terminar con la "publicidad engañosa" que se inserta en las redes sociales para evitar que chicas como ella "coqueteen, casi sin darse cuenta, con la prostitución".

El espejismo no se limita al sugar dating o OnlyFans. María, nombre ficticio, no pasó por la popular plataforma de contenido, pero sí por una web de venta de ropa interior usada. Fue hace unos años, cuando tenía 23. Estaba terminando un máster para ser profesora y, aunque trabajaba como camarera, necesitaba "unos ingresos extra" para mantenerse en la ciudad a la que se mudó. Una amiga le dijo que había visto en Instagram cómo algunas chicas "se hacían de oro" vendiendo sus prendas íntimas por internet, y quiso probar.

"No era tan fácil como lo pintaban: había que subir fotos tuyas o vídeos con el tanga que ibas a vender", relata María. Pronto descubrió que las usuarias que más ventas obtenían eran aquellas que aportaban "contenido atractivo para los compradores": es decir, no bastaba con la prenda en sí, los consumidores "querían saber cómo era la chica de las bragas, tener material erótico de ella".

Así lo corroboran otras mujeres en el foro We Lover Size. "Soy estudiante y no tengo trabajo", escribe la usuaria Curvy Girl. "Necesito dinero urgente y he buscado opciones como la de vender mi ropa interior (…). El problema es que nunca lo he hecho y hay mucho loco suelto", expone, pidiendo consejo a otras chicas. "Yo lo hice durante unos meses en los que pasé por una situación económica complicada", responde otra usuaria. "Entré con la idea de vender solamente bragas, pero al final terminas teniendo más demanda de fotos, vídeos, etc.", le indica. Con ella coincide Malamujé: "Yo saqué pasta una temporada, pero [la app] está más cerca de un chat erótico que de unas simples bragas. Lo dejé al echarme novio", subraya, confirmando un patrón recurrente de escalada que desdibuja la línea entre el "negocio" y la explotación.

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