Según la IA los Manuscritos del Mar Muerto fueron escrito antes de lo que se creía

Redacción Cuyo News
9 min
Noticia completa
Resumen
Zappo te lo cuenta

Una nueva herramienta de inteligencia artificial ha desordenado —o mejor dicho, reordenado— uno de los capítulos más complejos de la historia textual antigua: los Manuscritos del Mar Muerto. Más de un centenar de estos rollos, considerados pilares del judaísmo antiguo y el cristianismo primitivo, fueron datados por un sistema automatizado que reveló que muchos de ellos habrían sido escritos entre 50 y 150 años antes de lo que se estimaba previamente.

La investigación fue publicada en la revista PLoS ONE y estuvo liderada por el Instituto Qumrán y el Instituto Bernoulli de Inteligencia Artificial de la Universidad de Groninga (Países Bajos). La herramienta fue bautizada como Enoch, en honor al personaje bíblico mencionado en el Génesis.

Cómo funciona Enoch

La IA fue entrenada con copias digitalizadas de 25 manuscritos cuya datación por carbono-14 ya estaba confirmada. Analizó aspectos paleográficos como el trazo, el estilo y la forma de las letras, sin tener en cuenta el contenido textual. A partir de ese aprendizaje, logró ubicar cronológicamente 135 manuscritos adicionales con un margen de precisión altísimo: colocó correctamente 24 de los 25 iniciales.

El sistema funciona como un “paleógrafo artificial”, capaz de distinguir entre diferentes manos y estilos de escritura, ya sea en arameo imperial o en hebreo cuadrado. Esta precisión permite datar manuscritos individuales, algo que las técnicas tradicionales no siempre logran con tanta claridad.

Un aporte clave: no destructivo y compartido

Uno de los aspectos más valorados por la comunidad científica es que Enoch permite evitar métodos destructivos. A diferencia del carbono-14, que requiere extraer material del pergamino (en este caso, piel de cordero o papiro), la IA trabaja únicamente con imágenes escaneadas de alta resolución, preservando por completo el patrimonio físico.

Además, el sistema fue liberado para su uso por otros investigadores. Cualquier experto que trabaje con manuscritos digitalizados podrá aplicar Enoch en su propia investigación, ampliando el impacto y democratizando el acceso a esta tecnología.

Hasta ahora, se consideraba que los rollos de Qumrán fueron escritos entre el 250 a.C. y el 60 d.C.. Pero este nuevo análisis sitúa una parte considerable de ellos varias décadas antes. Aunque el equipo aclara que es temprano para redefinir todo el panorama, el 79% de las dataciones realizadas por la IA fueron validadas como realistas por paleógrafos humanos.

El profesor Mladec Popović, director del Instituto Qumrán y coautor del estudio, considera que esta nueva precisión “podría cambiar la forma en que se entienden ciertas ideas desarrolladas en ese período”. En otras palabras, podría reconfigurar cómo se interpretan las raíces de textos fundamentales de la tradición bíblica.

Una tecnología con espíritu antiguo

Enoch no es la primera incursión de este equipo en el uso de IA para el análisis de manuscritos. En 2021, ya habían demostrado que el Gran Rollo de Isaías —el más extenso de los encontrados— había sido escrito por dos escribas diferentes, gracias al análisis de patrones de trazo.

Ahora, el salto es mayor: ubicar cronológicamente más de 100 manuscritos, de manera individual y con respaldo empírico. Aunque los resultados no son concluyentes para todo el corpus de textos, representan un paso firme hacia la comprensión más precisa de uno de los conjuntos documentales más enigmáticos de la historia humana.

En el futuro inmediato, se espera que Enoch continúe ampliando su alcance y ayudando a responder una de las preguntas clave de la historia religiosa y cultural: ¿quiénes escribieron los primeros textos bíblicos, y cuándo?

Lo más notable de Enoch es que no interpreta el contenido de los textos, sino su forma. Analiza variables como la curvatura de las letras, el ritmo del trazo o la presión de la tinta, elementos invisibles al lector común pero determinantes para la datación. De este modo, logra situar cada manuscrito sobre una línea temporal sin modificar, dañar o extraer nada del documento original.

Lambert Schomaker, coautor del estudio y miembro del Instituto Bernoulli, lo resume así: “Reconocemos patrones sin destruir el soporte físico. Solo trabajamos con imágenes escaneadas”. En términos científicos, esto representa un paso adelante en la conservación del patrimonio documental, permitiendo investigaciones profundas sin poner en riesgo el material.

¿Por qué importa que los rollos sean más antiguos?

Una diferencia de 50 a 150 años no parece grande a escala histórica, pero en el mundo de los textos sagrados puede reconfigurar interpretaciones enteras. Significa que algunas ideas atribuidas a ciertos movimientos religiosos podrían haber surgido antes, o en contextos políticos distintos a los que se creía.

La posibilidad de fechar manuscritos individuales nos da detalles y matices que antes eran imposibles”, explica Popović. Por ejemplo, si un texto que se creía posterior al exilio babilónico resulta ser anterior, toda su lectura teológica cambia. Así, Enoch no solo reordena fechas, sino significados.

Una IA abierta al mundo académico

En una decisión poco habitual en el mundo de la investigación, el equipo de Groninga liberó el modelo de Enoch para que otros estudiosos puedan usarlo. La comunidad internacional podrá cargar sus propias imágenes digitalizadas de manuscritos y compararlas con la línea temporal generada por la IA.

Esto abre la puerta a una colaboración global que podría, por fin, reconstruir el mapa completo de los más de 1.000 manuscritos hallados en Qumrán y otras cuevas vecinas. Además, reduce la dependencia de los pocos laboratorios capaces de realizar dataciones por radiocarbono.

Lejos de reemplazar a los especialistas humanos, Enoch se suma como un colaborador técnico que potencia sus capacidades. El cruce entre inteligencia artificial y estudios bíblicos podría parecer insólito, pero en realidad continúa una tradición milenaria: usar la mejor herramienta disponible para comprender lo sagrado.

Como concluye Popović, “estamos más cerca de estudiar las manos reales que escribieron la Biblia”. Y con ellas, entender cómo se formaron no solo los textos, sino las culturas que aún hoy se definen a través de ellos.

Compartir

🔺 Tendencia

🔺 Tendencia