IA y Educación: ¿Qué habilidades necesitamos para el futuro?

Redacción Cuyo News
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En un escenario educativo cada vez más interpelado por la irrupción de la inteligencia artificial, la pregunta que guía el debate es clara: ¿qué debemos enseñar hoy para que tenga sentido mañana?. Lejos de ser un dilema filosófico abstracto, esta discusión atraviesa las aulas, los currículos y las prácticas pedagógicas de todos los niveles.

De la memorización al pensamiento crítico

El catedrático Antonio Bahamonde propone revisar los pilares del modelo educativo tradicional. En su visión, la escuela no puede seguir aferrada a la memorización de datos cuando esa información está disponible al instante mediante dispositivos o algoritmos.

Si la IA puede completar las tareas asignadas, quizás las calificaciones deban darse a las aplicaciones inteligentes”, ironiza Bahamonde, en un intento por provocar una reflexión profunda sobre los métodos de evaluación actuales. En efecto, la IA ya supera en muchos casos a los humanos en tareas que requieren precisión, procesamiento rápido y acumulación de datos.

El valor del razonamiento analógico

El académico español subraya una distinción crucial: la capacidad humana para el razonamiento analógico, esa habilidad que permite establecer conexiones entre conceptos aparentemente disímiles y aplicar soluciones creativas a situaciones nuevas. “Utilizamos la intuición y la analogía. Construimos estructuras abstractas y muy generales, que luego aplicamos a diversas situaciones”, detalla.

En este punto radica una ventaja evolutiva todavía inalcanzable para las máquinas: el pensamiento no lineal, la creatividad, la adaptación al cambio. Por eso, más que enseñar contenidos estancos, el desafío parece estar en formar mentes capaces de interpretar, conectar y transformar esa información.

Una educación para no agrandar la brecha

Pero el debate no se agota en lo pedagógico. La IA también pone en juego cuestiones éticas y sociales de peso. “Todo lo que nos hace más humanamente inteligentes también puede crear una brecha social significativa”, advierte Bahamonde. El acceso desigual a la tecnología podría acentuar aún más las diferencias entre quienes pueden aprovechar estas herramientas y quienes quedan relegados del sistema.

Por eso, la educación también debe garantizar equidad: formar ciudadanos críticos, éticos, con capacidad de diálogo y pensamiento autónomo. No se trata solo de preparar trabajadores, sino de construir una sociedad capaz de convivir con la tecnología sin perder su humanidad.

La irrupción de la inteligencia artificial no es una amenaza en sí misma, pero sí un llamado urgente a repensar la escuela: ¿Qué conocimientos valen la pena? ¿Qué habilidades serán útiles en un mundo en transformación? ¿Qué tipo de inteligencia queremos cultivar?

El futuro ya llegó, y está en nuestras aulas

Entre algoritmos, aplicaciones inteligentes y avances que desafían la imaginación, queda una certeza: educar ya no es repetir fórmulas, sino formar seres capaces de preguntarse, de cuestionar y de crear. En esa tarea, el pensamiento analógico, la creatividad y la empatía seguirán siendo nuestras herramientas más humanas. Y también, quizás, las más necesarias.

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