Matthias Steffen, capo de Tecnologías de Procesadores Cuánticos en IBM, anunció Quantum Starling, un superordenador cuántico que promete revolucionar el campo. Con 200 cúbits lógicos y la capacidad de realizar 100 millones de operaciones cuánticas para 2029, Starling podría marcar el inicio de la resolución de problemas a gran escala y superar a los supercomputadores clásicos. Este avance se basa en el descubrimiento del código de corrección de errores LDPC y nuevas tecnologías en hardware, acelerando el camino hacia la computación cuántica efectiva y tolerante a fallos. ¿Será este el salto que necesita la computación cuántica para salir del laboratorio y cambiar nuestras vidas?
El mundo de la computación cuántica está que arde, y no precisamente por el calor de los procesadores. Matthias Steffen, un nombre pesado en IBM, sacudió el avispero con el anuncio de Quantum Starling, un bicho cuántico que promete dejar a las computadoras actuales comiendo polvo. Pero, ¿es para tanto el alboroto?
Steffen, con un currículum que mete miedo (física en Emory, doctorado en Stanford y años dedicado a esta disciplina), dirige la organización de Tecnologías de Procesadores Cuánticos en IBM desde hace 15 años. No es un improvisado, precisamente. Y su anuncio no es menor: Starling se presenta como el primer superordenador cuántico a gran escala del mundo.
¿Qué carajo es Quantum Starling y por qué debería importarnos?
La clave, según Steffen, está en cómo Starling lidia con los errores, un talón de Aquiles en la computación cuántica. «En este campo, todos nos enfrentamos a cómo lidiar con los errores a los que las computadoras cuánticas son muy propensas. Necesitamos encontrar códigos de corrección para suprimir exponencialmente las tasas de error con un ligero aumento de recursos». Y ahí es donde entra en juego el LDPC (Low-Density Parity-Check), un código de corrección de errores que, junto con nuevas tecnologías en hardware, permitiría a Starling alcanzar las 100 millones de operaciones cuánticas en 2029 con 200 cúbits lógicos. Un número que suena a chino, pero que podría significar un salto cuántico (valga la redundancia) en la capacidad de cómputo.
¿Significa esto que estamos a las puertas de la tan ansiada «ventaja cuántica», esa capacidad de resolver problemas que están fuera del alcance de las computadoras clásicas? Steffen se muestra optimista: «Estamos bastante seguros de que seremos capaces de abordar problemas interesantes que suponen una ventaja cuántica. Ya somos capaces de resolver el estado fundamental de algunas moléculas complejas y competir con los métodos clásicos más conocidos». Palabras mayores, si se cumplen.
¿20.000 veces más potente que los ordenadores cuánticos actuales? ¿En serio?
La comparación es tentadora, pero hay que agarrarla con pinzas. Steffen explica que la verdadera potencia reside en la capacidad de reducir los errores a niveles ínfimos, permitiendo ejecutar 100 millones de operaciones con 200 cúbits lógicos. Es decir, no se trata solo de la cantidad de cúbits, sino de la calidad y la estabilidad de las operaciones. Un detalle no menor.
¿Y cuándo veremos a Starling en acción? IBM apunta a 2029. Ya están probando prototipos, construyendo «pequeñas estructuras prototipo» que incorporan los componentes clave. «IBM tiene una larga tradición, no solo con el diseño, sino también con la fabricación de semiconductores y esto es genial», remarca Steffen, dejando claro que la experiencia de la compañía en este campo es un factor importante.
¿Será accesible para todos o solo para unos pocos iluminados?
La pregunta del millón, sin duda. Steffen asegura que el objetivo es «hacer que todos estos dispositivos y sistemas estén disponibles para los clientes». La idea es integrarlo en el modelo de negocio de IBM, que apuesta por la nube híbrida, la inteligencia artificial y la computación cuántica. Una jugada ambiciosa que busca democratizar el acceso a esta tecnología.
Pero, ¿qué aplicaciones concretas podríamos ver gracias a Starling? Steffen se ilusiona con la posibilidad de descubrir nuevos compuestos para el tratamiento de enfermedades. Un horizonte prometedor, sin duda, pero que aún está lejos de ser una realidad.
En definitiva, Quantum Starling suena a un avance significativo en la carrera por la computación cuántica. El descubrimiento del LDPC y la capacidad de IBM para fabricar semiconductores juegan a favor. Pero, como siempre, habrá que esperar para ver si las promesas se materializan. ¿Será este el punto de inflexión que necesita la computación cuántica para salir del laboratorio y cambiar nuestras vidas? El tiempo dirá. Mientras tanto, el debate está abierto.