El futuro energético de la IA en jaque por políticas controvertidas
El contrato de Palantir con ICE y la «visibilidad en tiempo real»
Palantir, conocida por su colaboración con diversas agencias estatales como el Servicio de Impuestos Internos (IRS) y el FBI, selló en abril un nuevo acuerdo con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) por la jugosa suma de 30 millones de dólares. Este convenio, que promete ofrecer «visibilidad casi en tiempo real» de personas que optan por la autodeportación a través de una herramienta llamada ImmigrationOS, extiende un contrato original de 17 millones firmado en 2022. Desde entonces, el acuerdo ha sido objeto de cinco modificaciones, con un incremento adicional de 19 millones en septiembre de 2023. La pregunta que flota en el aire es: ¿hasta dónde llegará la expansión de esta tecnología y su impacto en las políticas migratorias?
¿Energía verde o «Big Beautiful» Carbón? El dilema de la IA
Pese a estas multimillonarias asignaciones, la iniciativa conocida como BBB (Build Back Better, aunque algunos sugieren un apodo menos optimista: «Burn, Baby, Burn») plantea serios desafíos energéticos para la industria de la IA, ya que podría encarecer el acceso a fuentes de energía y reducir la disponibilidad de alternativas limpias para alimentar los crecientes centros de datos. Es como si estuviéramos construyendo un Ferrari sin tener dónde cargar la batería.
El proyecto destina 150 millones de dólares al Departamento de Energía (DOE) para desarrollar y compartir modelos y bases de datos de IA, en colaboración con laboratorios públicos y privados. Esta información busca apoyar al sector privado en la creación de microelectrónica avanzada y eficiente. Además, el DOE compartirá estos modelos con investigadores privados para acelerar la innovación en nuevas tecnologías energéticas. Un esfuerzo noble, sin duda, pero ¿será suficiente?
La Ley de Reducción de la Inflación en la mira
Sin embargo, la reforma fiscal también elimina gran parte de las disposiciones sobre energía limpia contenidas en la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), que ofrecía una amplia gama de incentivos para el despliegue de fuentes renovables, como la solar, la eólica, el almacenamiento con baterías y la energía nuclear. Un golpe bajo para el sector, que podría tener consecuencias a largo plazo.
Expertos del sector energético coinciden en que esta medida encarecerá los costos de electricidad para todos los sectores, incluida la IA. Un análisis de Rhodium Group, basado en una versión previa del proyecto, estimó un incremento anual del 4 al 6% en los precios energéticos, debido a la mayor dependencia de combustibles fósiles, que suelen ser más caros que las fuentes renovables.
Aunque la energía solar y eólica son intermitentes y, por tanto, menos adecuadas para cubrir la demanda constante de los centros de datos, la incorporación de baterías permite una entrega de energía más estable. Compañías como Google ya exploran esta vía para atender el creciente consumo energético derivado de la IA. La batalla por la energía limpia está lejos de terminar.

Cada vez son más los estudios que intentan cifrar el consumo de energía y la IA, incluso cuando las empresas que fabrican los modelos más populares mantienen en secreto sus emisiones de carbono.
Los analistas señalan que la combinación de renovables y almacenamiento mediante baterías constituye una tecnología de rápida implementación que puede garantizar el suministro energético a largo plazo para el sector. Según la Asociación de Industrias de Energía Solar, estas plantas pueden estar operativas en menos de dos años, a diferencia de las plantas de gas natural, que requieren el doble de tiempo, o las de carbón, que tardan hasta seis años en completarse.
De hecho, en 2024, el 93% de la nueva capacidad energética instalada en Estados Unidos provino de fuentes solares, eólicas o de baterías, principalmente por su rapidez y eficiencia. Si las políticas impulsadas por Trump vuelven inviable económicamente este tipo de soluciones, las empresas tecnológicas se verán forzadas a utilizar fuentes contaminantes y de lenta construcción.
Esto es especialmente relevante si se considera que, según un informe del Departamento de Energía, la demanda energética de los centros de datos dedicados a inteligencia artificial en Estados Unidos alcanzará al menos 325 teravatios hora (TWh) para 2028. Es decir, la IA va a comer más que un batallón de leones.
El reporte, elaborado por el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, estima que los servidores dedicados a IA podrían representar entre el 6.7 y el 12% del consumo total de electricidad en el país en los próximos tres años. Además, destaca que esta carga eléctrica está aumentando rápidamente, con tasas de crecimiento anual que pasaron del 7% en 2014 al 18% entre 2018 y 2023. Los especialistas advierten que Estados Unidos aún no cuenta con la infraestructura suficiente para enfrentar este crecimiento acelerado. La pregunta es, ¿llegaremos a tiempo?
Frente a este panorama, Robbie Orvis, director sénior de análisis en Energy Innovation, advirtió: “Lo irónico es que el proyecto de ley y sus efectos netos resultan completamente contradictorios con las prioridades políticas que ha declarado la administración [Trump]. Terminarán por ceder gran parte del desarrollo y manufactura de inteligencia artificial a China. Ese es el trasfondo macroeconómico clave y una de las implicaciones a largo plazo que no se pueden modelar con precisión”. Palabras que resuenan como un eco en el laberinto de la geopolítica energética.