Botto, un sistema de IA, ha generado más de 4 millones de dólares con la venta de sus obras de arte, llegando incluso a exponer en Sotheby’s de Nueva York. Este agente artístico semiautónomo, creado por Mario Klingemann y otros, utiliza un generador de imágenes de IA y un «modelo de gusto» basado en las preferencias de la comunidad para producir sus piezas. Ahora, se plantea darle mayor autonomía y una «personalidad» que guíe su arte.
En el mundo del arte, donde la creatividad humana siempre fue la vara, una nueva figura irrumpe con fuerza: Botto, un sistema de Inteligencia Artificial que, sin pinceles ni cinceles, ha logrado vender sus obras por más de 4 millones de dólares. ¿Será que la tecnología le saca la careta a los artistas tradicionales? Bueno, no nos adelantemos.
Botto: El artista ¿digital? que hace temblar al mercado del arte
Botto, el ente en cuestión, no es un artista de carne y hueso, sino un conjunto de algoritmos y GPUs (Unidades de Procesamiento Gráfico) que se juntaron en 2021 para dar rienda suelta a su particular visión estética. Los responsables de esta criatura son el artista alemán Mario Klingemann, el empresario de medios Simon Hudson y el informático Ziv Epstein. No hay dudas que esta gente le puso cabeza al asunto.
Botto no pinta como un cualquiera, eh. Este sistema utiliza un generador de imágenes de inteligencia artificial, al estilo de un Dall-E o Midjourney, pero con un giro interesante: su resultado también depende de un «modelo de gusto» que elige las imágenes que «más gustan» a una comunidad de votantes que participan activamente en la toma de decisiones artísticas. Se podría decir que es una suerte de democracia del arte, aunque con un toque de tecnocracia. Y si te interesa ver la obra de Botto o inclusive votar, podes hacerlo en su página botto.com/app/vote.
La trayectoria de Botto es digna de análisis. Desde su debut, ha participado en varias exhibiciones exitosas, siendo la más reciente en la prestigiosa casa de subastas Sotheby’s en Nueva York, donde una sola exposición generó la nada despreciable suma de 350,000 dólares. En total, desde 2021, Botto ha amasado una fortuna de 4 millones de dólares. Números que, sin dudas, hacen reflexionar.
¿Será Botto el futuro del arte o una simple moda pasajera?
Ahora bien, la cosa no termina ahí. Klingemann y Hudson anuncian que le darán a Botto una «personalidad» a través de un modelo de lenguaje grande (como los que nos bombardean en la tele). Esta personalidad, a medida que interactúe con la comunidad, comenzará a dirigir el arte que crea Botto, permitiéndole experimentar con imágenes más subidas de tono o violentas. «Ahora le damos a Botto modelos seguros, pero a medida que crezca se le pueden dar cosas que requieran mayor madurez», dice Hudson, como si estuviéramos hablando de un pibe que va al secundario. La analogía, sin dudas, es llamativa.
Ahora bien, aunque esto planteé varios interrogantes sobre los límites de la creatividad y la inteligencia artificial, no podemos dejar de lado los dilemas éticos que este tipo de proyectos llevan consigo. Muchos artistas se preguntan si la IA no está robándoles el pan o, como dijo alguien alguna vez, ¿»estamos siendo comidos por los robots»? Sin dudas, el tema es sensible.
Klingemann, quien ya es un veterano en esto del arte con IA, se escuda diciendo que «los modelos de imagen y los LLM son los nuevos motores de búsqueda». En su visión, «la creatividad consiste en encontrar algo que ya existe en el espacio de posibilidades y decidir que esto es interesante». Un argumento que no termina de convencer del todo, pero que al menos da pie al debate.
Si bien las imágenes creadas por Botto pueden ser «estéticamente agradables», a algunos les parecen «generadores de imágenes de inteligencia artificial bastante genéricos». Y aquí entra el meollo de la cuestión: ¿quién tiene el crédito por lo que hace Botto? ¿La comunidad que vota? ¿Los creadores de la IA? ¿Y qué pasa con la chispa creativa humana? Por más IA y algoritmos que haya, la idea original, el chispazo, sigue siendo el punto de partida de todo.
En resumen, Botto es un fenómeno que nos obliga a replantearnos los conceptos tradicionales de arte, creatividad y autoría. A nadie puede quedar indiferente, especialmente a quienes están involucrados en el mundo del arte. Porque en el fondo, más allá de la tecnología, los pinceles y las pantallas, lo importante sigue siendo la capacidad humana de sorprender, de conmover y de inspirar. Esperemos que, en ese sentido, ni Botto ni nadie, nos quite el lugar.