De LMGTFY a la IA: la nueva forma de comunicación descortés

Redacción Cuyo News
5 min

En la década pasada, una plataforma digital irrumpió con una propuesta tan ingeniosa como irritante: «Let Me Google That For You» (Déjame buscarlo en Google). Su popularidad radicó en su naturaleza puramente sarcástica, ofreciendo la posibilidad de generar un enlace personalizado que, al ser compartido, replicaba animadamente el proceso de búsqueda en Google. El mensaje subyacente era claro: la respuesta a su consulta estaba a un clic de distancia, y su pregunta, en consecuencia, resultaba superflua. Una afrenta digital, divertida para el emisor, ofensiva para el receptor.

Si bien cierta dosis de irreverencia puede ser aceptable en interacciones específicas, como frente a interlocutores deliberadamente hostiles en redes sociales que dilapidan el tiempo con preguntas triviales, su aplicación en entornos personales o profesionales adquiere otra connotación. En tales circunstancias, remitir a un tercero a «Déjame buscarlo en Google» transmite una inequívoca falta de respeto y la percepción de que su consulta es una banalidad. La expectativa, al plantear una pregunta, es recibir una opinión o un contexto particular que solo la experiencia humana puede ofrecer, no una búsqueda generalizada.

Con la llegada de 2025, los desarrolladores de esta controvertida herramienta han dado un paso más, lanzando «Let Me ChatGPT That For You». Su funcionamiento, previsiblemente, sigue la misma línea: ofrecer una respuesta generada por Inteligencia Artificial. La emergencia de esta nueva variante pone de relieve una reciente forma de descortesía, particularmente en el ámbito profesional, que consiste en responder a interrogantes con resultados directamente extraídos de un modelo de IA.

La Nueva Frontera de la Descortesía Digital

A menudo, indicar a un interlocutor que busque información en un motor de búsqueda, o ahora, que recurra a un agente de Inteligencia Artificial (IA), puede resultar catártico para el emisor, mas dista de ser un acto de utilidad o cortesía. Replicar textualmente o capturar la pantalla de una interacción con plataformas como ChatGPT o Claude se inscribe en la misma lógica: una respuesta ineficaz y descortés.

El desarrollador Alex Martsinovich, en una publicación de blog, subrayó la improcedencia de presentar resultados de IA sin más a otros seres humanos. «Sé educado y no envíes textos de IA a los humanos. Mi opinión sobre la etiqueta de la IA es que solo se puede transmitir el resultado de la IA si se adopta como propio o si hay un consentimiento explícito de la parte receptora», afirmó. Este principio sienta una base sólida para el protocolo en la interacción con IA. Cuando una persona formula una pregunta, teniendo a su disposición la misma tecnología, lo que busca es una perspectiva humana, un matiz que la máquina no puede replicar. La esencia misma de internet, en su ideal, reside en la conexión y el enriquecimiento mutuo entre individuos. Responder con meros outputs de IA, especialmente sin transparentar su origen, menoscaba esta interacción.

Entre la Grosería y la Desinformación Algorítmica

Más allá de la etiqueta, existe una razón pragmática y fundamental para ser cauteloso con la difusión indiscriminada de contenidos generados por IA: la inexactitud. A pesar de la constante evolución de estos modelos, persisten los «errores» o «alucinaciones» que pueden derivar en datos completamente erróneos, incluso absurdos. Compartir los resultados de un gran modelo de lenguaje (LLM) en una conversación, sin una verificación exhaustiva, implica el riesgo inherente de propagar información falsa. La situación se agrava cuando el emisor omite la procedencia del contenido, llevando al receptor a asumir que la información ha sido validada y es refrendada por quien la comparte.

Cuando la Inteligencia Artificial es Herramienta, no Respuesta Final

Es fundamental aclarar que estas consideraciones no invalidan la utilidad de la Inteligencia Artificial como recurso. Sin embargo, al igual que con los motores de búsqueda tradicionales, la IA debe concebirse como el inicio de un proceso, no su conclusión. Cuando se emplea la IA como herramienta de investigación, su valor radica en la capacidad para identificar fuentes primarias. Se solicita una visión general, sí, pero también referencias a artículos y estudios que luego son revisados personalmente para cotejar la exactitud del resumen proporcionado por la máquina. Incluso, se prevé la posibilidad de contactar directamente a los especialistas involucrados en la materia para profundizar y validar la información.

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