El futuro de la inteligencia artificial: ¿burbuja o normalización?

Redacción Cuyo News
6 min

La atmósfera en el Olimpo tecnológico ha tomado un giro inesperado. No hace mucho, figuras prominentes de la industria, esos mismos arquitectos de nuestro futuro digital, comenzaron a entonar una melodía de cautela. Sam Altman, en un giro que pocos vaticinaron, sugirió que la IA se encuentra «en una burbuja ‘con toda seguridad'», aunque concedió que esta se forma alrededor de «un núcleo de verdad». Mark Zuckerberg, por su parte, afirmó que una burbuja de IA «es muy posible», atenuando su pronóstico con la condición de que «si los modelos siguen aumentando su capacidad año tras año y la demanda sigue creciendo, entonces quizá no haya colapso». Incluso Eric Schmidt, con su habitual pragmatismo, advierte sobre la necesidad de moderar las expectativas en torno a la inteligencia artificial general (IAG) y, en cambio, concentrarse en la competencia geopolítica con China.

La pregunta que resuena en los pasillos de la innovación y en los murmullos del mercado es tan simple como inquietante: ¿cómo estallará esta burbuja? ¿Será que un día nos despertaremos y nos percataremos de que la fascinación por «hablar con los grandes modelos de lenguaje (LLM)» ha mermado? ¿Alguien descubrirá la fórmula para desarrollar herramientas de IA a una milésima parte del costo actual, desencadenando la proliferación de «mil ChatGPT»? ¿O presenciaremos, en alguna futura edición de los noticieros, aquellas icónicas imágenes de operadores de bolsa vociferando mientras las cotizaciones de las «big tech» parpadean en un rojo ominoso? La respuesta, con la honestidad que a veces solo un columnista puede permitirse, es: no tengo ni la más remota idea. Pero sí albergamos una ferviente esperanza: que, en un futuro no tan distante, la IA se integre en nuestras vidas y se convierta, simplemente, en algo… normal.

La búsqueda de la sencillez tecnológica

Siempre he profesado una particular devoción por las tecnologías que podríamos calificar de «normales»; esas que, para fortuna del usuario común, vienen con un manual de instrucciones. Evolucionan, ciertamente, pero de forma predecible, permitiendo la construcción de habilidades artesanales y profesionales sólidas en torno a ellas. Las «tecnologías burbuja», en contraste, se transforman de manera vertiginosa, llevando consigo la amenaza constante de que «destruyan la sociedad (malo) o hagan ricos a todos menos a ti (peor)». Existen, por supuesto, innumerables métricas para predecir la normalización de una tecnología: la relación precio-beneficio y otras fórmulas que, seamos honestos, resultan un tanto aburridas. La métrica que utilizo, con una convicción que raya en lo místico, es la relación C/B: conferencias/blogs. Si la gente aún se congrega incesantemente en conferencias sobre un tema, significa que la normalización es un horizonte lejano. Si, por el contrario, la mayoría prefiere plasmar sus ideas en blogs técnicos, entonces sí, la normalidad está a la vuelta de la esquina. Lo he inventado, lo confieso, pero les aseguro que su capacidad predictiva es sorprendente.

Actualmente, y permítanme el exabrupto, «laburo» con IA a tiempo completo, y la cantidad de conferencias y reuniones es abrumadora. En contrapartida, los blogs técnicos, esos oasis de conocimiento pragmático y aburrido, escasean. La industria tecnológica, con una lógica que solo ella comprende, adora las conferencias. Nuestro producto, tan etéreo y abstracto, dificulta saber exactamente dónde nos ubicamos en la jerarquía intelectual del ecosistema «nerd». Por ello, las empresas de capital riesgo patrocinan encuentros con tanta frecuencia: facilitan los «intercambios feromonales» y las «demostraciones de dominio», que, para ser honestos, suelen resumirse en una serie de diapositivas de PowerPoint.

A veces se evoca la «edad de oro de los blogs», pero rara vez se profundiza en la razón de su proliferación: nadie tenía dinero, y nada resulta más económico que volcar palabras en línea. Cuando el flujo de capital es tan abundante que parece llover del cielo, y las «startups» se acercan al final de sus rondas de financiación, los presupuestos destinados a conferencias suelen ser los primeros en desaparecer. Sin embargo, los «nerds» siguen deseando compartir sus elucubraciones. Es entonces cuando, forzados por la circunstancia, comienzan a publicar; es la única forma de validar su existencia intelectual. Con el tiempo, la relación C/B de la IA, sin duda, comenzará a inclinarse hacia los blogs.

Todavía no hemos llegado a ese punto. Puede que nos quede un largo trayecto por recorrer. La economía globalizada, por una mezcla de conveniencia y una pizca de codicia, se ha transformado en un «puente colgante» que se extiende por todo el orbe, sustentado en unos pocos «anclajes gigantes» como «OpenAI», «Nvidia y Google». Este frágil armazón está reforzado por promesas de «transformación planetaria de la IA». Si uno de esos pilares flaqueara, por mínimo que fuera el titubeo, y las promesas no se materializaran, tal vez el cable se aflojara y todo el puente se derrumbara. En ese escenario, todas las «startups de IA», incluida la mía, se precipitarían al abismo. Anticipar esta posibilidad de manera constante es solo una de las muchas circunstancias que han convertido a 2025 en un año tan, pero tan, emocionante.

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