Es inherente al ser humano anhelar un Padre Celestial. Algo que explique lo inexplicable, alguien a quien culpar. No resulta sorprendente, entonces, que en la década de 2010, impulsada por las tasas de interés cero y la difusión de un nuevo evangelio de la creación, ciertas personas comenzaran a ver la tecnología como una especie de religión. "Y al octavo día, Él creó una aplicación móvil que nos proporcionaba el pan de cada día"; de ese tenor eran las prédicas.
El dogma de la «tecno-religión»
La denominada ‘tecno-religión’ abarca aquellas creencias que, como su nombre lo indica con prístina claridad, fusionan elementos religiosos o espirituales con la tecnología, llegando incluso a depositar en esta última la esperanza de alcanzar la "salvación".
Los fundadores y directores ejecutivos de startups se erigieron en figuras mesiánicas. La ancestral limosna adquirió una nueva denominación: "altruismo eficaz". El biohacking se ritualizó y la singularidad, aquel hito en el que la inteligencia artificial superaría a la humana, parecía cada vez más próxima. Según Greg Epstein, capellán humanista de Harvard y el MIT, en su libro Tech Agnostic (Agnóstico tecnológico), todo esto salvaría a la humanidad de "un flagelo tan bíblico como jamás haya existido: la muerte misma". Dicho fenómeno representó lo más cerca que Silicon Valley, conocido por su escepticismo y su libertarismo no tan secreto, estuvo de abrazar públicamente la teología.
La inesperada vuelta al púlpito tradicional
Entonces se produjo un viraje: destacados tecnólogos comenzaron a evangelizar no la tecnología como religión, sino la religión como religión. A principios de este año, me encontré en un lujoso apartamento, antigua iglesia, en el barrio Mission de San Francisco, escuchando a un inversor de capital de riesgo convertido en traficante de armas recitar fragmentos del Padre Nuestro ante una multitud de 200 tecnólogos. Inspirada por un discurso religioso que Peter Thiel había dado en una fiesta de cumpleaños privada unos años antes, la esposa de este inversor fundó un grupo llamado ACTS 17 Collective (Reconociendo a Cristo en la Tecnología y la Sociedad) como medio para difundir el evangelio en Silicon Valley. El verdadero evangelio, no el simplista solucionismo tecnológico.
Un emprendedor sentado a mi lado esa noche admitió ser religioso desde hacía mucho tiempo. Sencillamente no se había sentido cómodo expresando abiertamente su fe en Silicon Valley, hasta ahora. Otro asistente me preguntó, en una conversación informal, cuántos hijos quería tener (no con él, sino en general). "Creced y multiplicaos", y todo eso. Más recientemente, Thiel impartió una serie de charlas informales para los asistentes al congreso ACTS 17, sin duda exponiendo su creencia de que un joven activista sueco por el clima y contra la guerra representa al Anticristo.
En las semanas posteriores al asesinato público del activista cristiano de derecha Charlie Kirk, destacados profesionales del sector tecnológico comenzaron a publicar pasajes religiosos en X. "Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden", escribió Elon Musk, en un giro que pocos hubieran anticipado. El inversor de capital de riesgo Jason Calacanis, quien, cabe destacar, también ha criticado duramente al ICE por su violencia contra los inmigrantes, ofreció una disculpa general a todos aquellos a quienes había perjudicado. "Siempre intento mejorar en lo que hago y como hijo de Cristo", sentenció en X. Si los capitalistas más despiadados están volviendo a la religión, entonces quizá haya esperanza para el resto de nosotros, simples mortales, que solo aspiramos a un plan de datos estable. Al fin y al cabo, tanto la religión como el capitalismo son muy buenos para crear incentivos para nosotros, simples mortales.
La IA: ¿Nuevo Mesías o viejos temores?
¿Qué papel desempeña en esta nueva confluencia de fe y tecnología la Inteligencia Artificial? Anthony Levandowski, uno de los cofundadores de Waymo, fundó su (in)fame Iglesia de la IA hace ya una década; este concepto no es precisamente novedoso. Según él, la IA debería ser venerada como una especie de dios.
Entonces… ¿debería ser así? La pregunta queda flotando en el aire de la bahía, entre códigos y plegarias.
Silicon Valley experimenta una notable reorientación en su visión espiritual. Tras una década donde la tecnología fue percibida como una vía de 'salvación', prominentes figuras del sector han virado hacia una revalorización pública de la religión tradicional. Este cambio se manifiesta en eventos de evangelización, declaraciones de fe por parte de líderes tecnológicos como Elon Musk y Jason Calacanis, e incluso en la reactivación de debates sobre la divinidad de la inteligencia artificial, marcando una compleja intersección entre innovación, capitalismo y espiritualidad.
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
Es inherente al ser humano anhelar un Padre Celestial. Algo que explique lo inexplicable, alguien a quien culpar. No resulta sorprendente, entonces, que en la década de 2010, impulsada por las tasas de interés cero y la difusión de un nuevo evangelio de la creación, ciertas personas comenzaran a ver la tecnología como una especie de religión. "Y al octavo día, Él creó una aplicación móvil que nos proporcionaba el pan de cada día"; de ese tenor eran las prédicas.
El dogma de la «tecno-religión»
La denominada ‘tecno-religión’ abarca aquellas creencias que, como su nombre lo indica con prístina claridad, fusionan elementos religiosos o espirituales con la tecnología, llegando incluso a depositar en esta última la esperanza de alcanzar la "salvación".
Los fundadores y directores ejecutivos de startups se erigieron en figuras mesiánicas. La ancestral limosna adquirió una nueva denominación: "altruismo eficaz". El biohacking se ritualizó y la singularidad, aquel hito en el que la inteligencia artificial superaría a la humana, parecía cada vez más próxima. Según Greg Epstein, capellán humanista de Harvard y el MIT, en su libro Tech Agnostic (Agnóstico tecnológico), todo esto salvaría a la humanidad de "un flagelo tan bíblico como jamás haya existido: la muerte misma". Dicho fenómeno representó lo más cerca que Silicon Valley, conocido por su escepticismo y su libertarismo no tan secreto, estuvo de abrazar públicamente la teología.
La inesperada vuelta al púlpito tradicional
Entonces se produjo un viraje: destacados tecnólogos comenzaron a evangelizar no la tecnología como religión, sino la religión como religión. A principios de este año, me encontré en un lujoso apartamento, antigua iglesia, en el barrio Mission de San Francisco, escuchando a un inversor de capital de riesgo convertido en traficante de armas recitar fragmentos del Padre Nuestro ante una multitud de 200 tecnólogos. Inspirada por un discurso religioso que Peter Thiel había dado en una fiesta de cumpleaños privada unos años antes, la esposa de este inversor fundó un grupo llamado ACTS 17 Collective (Reconociendo a Cristo en la Tecnología y la Sociedad) como medio para difundir el evangelio en Silicon Valley. El verdadero evangelio, no el simplista solucionismo tecnológico.
Un emprendedor sentado a mi lado esa noche admitió ser religioso desde hacía mucho tiempo. Sencillamente no se había sentido cómodo expresando abiertamente su fe en Silicon Valley, hasta ahora. Otro asistente me preguntó, en una conversación informal, cuántos hijos quería tener (no con él, sino en general). "Creced y multiplicaos", y todo eso. Más recientemente, Thiel impartió una serie de charlas informales para los asistentes al congreso ACTS 17, sin duda exponiendo su creencia de que un joven activista sueco por el clima y contra la guerra representa al Anticristo.
En las semanas posteriores al asesinato público del activista cristiano de derecha Charlie Kirk, destacados profesionales del sector tecnológico comenzaron a publicar pasajes religiosos en X. "Perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden", escribió Elon Musk, en un giro que pocos hubieran anticipado. El inversor de capital de riesgo Jason Calacanis, quien, cabe destacar, también ha criticado duramente al ICE por su violencia contra los inmigrantes, ofreció una disculpa general a todos aquellos a quienes había perjudicado. "Siempre intento mejorar en lo que hago y como hijo de Cristo", sentenció en X. Si los capitalistas más despiadados están volviendo a la religión, entonces quizá haya esperanza para el resto de nosotros, simples mortales, que solo aspiramos a un plan de datos estable. Al fin y al cabo, tanto la religión como el capitalismo son muy buenos para crear incentivos para nosotros, simples mortales.
La IA: ¿Nuevo Mesías o viejos temores?
¿Qué papel desempeña en esta nueva confluencia de fe y tecnología la Inteligencia Artificial? Anthony Levandowski, uno de los cofundadores de Waymo, fundó su (in)fame Iglesia de la IA hace ya una década; este concepto no es precisamente novedoso. Según él, la IA debería ser venerada como una especie de dios.
Entonces… ¿debería ser así? La pregunta queda flotando en el aire de la bahía, entre códigos y plegarias.
 
					
 
			 
                            
                            
                            
                         
                            
                            
                            
                         
                            
                            
                            
                         
		 
		 
		 
		 
		 
		