La caída de AWS que asó a usuarios: ¿es internet demasiado frágil?

Redacción Cuyo News
8 min

Los mensajes cifrados de Signal en pausa. La búsqueda de pokemons en suspenso. Las entradas para la esperada gira de La Oreja de Van Gogh, inalcanzables. Incluso, para el colmo del absurdo tecnológico, las camas inteligentes de Eight Sleep que, como por una broma pesada del destino, se quedaron inclinadas y empezaron a «asar» vivos a sus clientes. El lunes, el pulso digital del planeta sufrió un cimbronazo que sacudió a más de 2.000 empresas, millones de usuarios y la confianza en la infraestructura que sostiene la vida moderna: la «nube» de Amazon Web Services (AWS) se cayó. El epicentro silencioso de internet, las «alcantarillas» que mantienen todo funcionando, mostraron su fragilidad, generando hasta 8,1 millones de quejas globales, según el sitio Downdetector.

Muchos servicios lograron reponerse en pocas horas. Amazon, en un comunicado escueto y sin mayores explicaciones, afirmó que AWS «había vuelto a operar con normalidad» para la noche del lunes. Pero el tembladeral dejó una pregunta flotando en el aire, más densa que la niebla en el Riachuelo: ¿hasta qué punto se ha vuelto la infraestructura global de internet una rehén de unos pocos gigantes tecnológicos? Y, más importante aún, ¿hay alguna solución a esta dependencia que, para algunos, ya es inaceptable?

El día que internet se resfrió

La debacle arrancó a las 3:11 AM, hora del este de EE.UU. (las 9:11 en la península ibérica), cuando la región US-EAST-1 (Virginia del Norte), uno de los corazones operativos de AWS, empezó a mostrar signos de fatiga. Aumentos de latencia, errores de conexión y un fallo crítico en la resolución de nombres de dominio (DNS), ese traductor invisible que permite que al tipear una dirección, usted llegue a la página deseada.

Las interrupciones barrieron plataformas, juegos, apps y sistemas de todo calibre: Snapchat, Fortnite, Duolingo, Canva, Alexa, la lista es larga. La causa principal, según lo poco que trascendió, fue un fallo en la resolución DNS de los puntos de acceso a DynamoDB, una base de datos interna de la que penden multitud de servicios en AWS. Aunque el problema técnico se subsanó en horas, la interconexión extrema provocó una cascada de fallos global que demoró más en mitigarse. Amazon, fiel a su hermetismo, no ofreció más detalles.

La usina invisible

Amazon Web Services es la principal empresa de servicios en la nube del mundo. No es la única —Google y Microsoft también tienen sus imperios—, pero sí la más dominante: 70 millones de sitios web usan AWS, según Built With. Desde su lanzamiento en 2006, cambió las reglas del juego: permitió que cualquier empresa funcionara online sin invertir en infraestructura propia, y convirtió a la “nube” en el negocio estrella del siglo XXI.

Una fragilidad peligrosa

El apagón del lunes fue un recordatorio brutal de que esta modernidad digital tiene un talón de Aquiles. La dependencia de regiones específicas, como la costa este de EE.UU., vuelve al sistema vulnerable. Jake Moore, experto de ESET, sostiene: «Necesitamos distribuir dónde se alojan nuestros datos usando múltiples proveedores. Pero eso es caro y no siempre posible». Hervé Lambert, de Panda Security, lo resume: «Si se rompe la pieza que controla los accesos, puede pararse medio Internet a la vez».

Desde una mirada más política, Cori Crider, directora de The Future Institute, alertó: «Europa permitió que los monopolios de Silicon Valley controlen demasiada parte de nuestra infraestructura tecnológica crítica. Eso conlleva riesgos económicos y democráticos».

¿Mal necesario o riesgo anunciado?

Otros, sin embargo, bajan el tono. Jake Moore destaca que “volver a tener un tercio de Internet operativo en pocas horas” es prueba de resiliencia, no de debilidad. Lydia Leong, analista de Gartner, coincide: «Esto no es un evento sin precedentes; la nube sigue siendo la mejor opción si se invierte en resiliencia».

Pero Crider insiste en la raíz del problema: «La resiliencia nace de la diversidad y del control local. La concentración del poder hace a internet frágil, y no solo tecnológicamente: también en lo democrático». En otras palabras, no se trata solo de servidores; se trata de quién los controla.

Un exingeniero de AWS lo sintetizó con precisión quirúrgica: «Esto es como un accidente de avión: muy impresionante, pero viajar en avión sigue siendo más seguro que viajar en coche». Quizás, después de todo, el problema no sea la nube en sí, sino la fe ciega con la que le confiamos todo lo que somos.

Posdata

La próxima vez que Alexa no responda, tal vez no sea porque “no te escuchó bien”. Tal vez esté, como el resto de internet, intentando recordar cómo volver a funcionar después de un lunes catastrófico. <

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