Matemáticas al rescate: ¿Cómo los datos modelan nuestro futuro?

Redacción Cuyo News
6 min
Cortito y conciso:

Emilio Carrizosa explica la importancia de aplicar las matemáticas a la vida cotidiana, desde la investigación operativa hasta la inteligencia artificial. Advierte sobre los sesgos en los algoritmos y la necesidad de transparencia en la toma de decisiones, especialmente en áreas sensibles como la justicia y la salud. Subraya la importancia de que una persona con «alma» tome la decisión final, no una máquina, y aboga por algoritmos transparentes para la distribución de recursos.

# ¿Le estamos cediendo el derecho a decidir a las máquinas? Un matemático tira la posta sobre la inteligencia artificial

Emilio Carrizosa, un matemático cordobés de 58 años, se dedica a tender puentes entre los números y los problemas del día a día. Pasó de la fascinación pura por las matemáticas a la investigación operativa, esa disciplina que define como «esa disciplina que ayuda a decidir con recursos limitados». Sus investigaciones van desde índices climáticos de sequías hasta el reconocimiento facial para encontrar el camino a casa de noche.

De profesor en la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Sevilla, Carrizosa ha combinado la docencia con la investigación, siendo premiado por sus trabajos en matemática aplicada y ciencia de datos. Pero, ¿qué tan obsesionado está este hombre con llevar las matemáticas a la vida cotidiana?

## La inteligencia artificial: ¿un arma de doble filo?

«Me divertía mucho con el reto intelectual que suponían las matemáticas», reconoce Carrizosa. Sin embargo, su visión cambió cuando descubrió su aplicación práctica. «Empecé a cursar estadística y optimización matemática con la intención de no quedarme solo en el ejercicio intelectual, sino también de dar un paso más».

Ahora, con la inteligencia artificial en auge, el matemático advierte sobre los riesgos de delegar decisiones en las máquinas. «Parece que la ciudadanía está cediendo el derecho a decidir informadamente y delegamos en una máquina que toma las decisiones por nosotros». Si bien reconoce que las máquinas pueden acertar más veces gracias a sus enormes bases de datos, también subraya que conllevan «una serie de vicios que no controlamos».

¿Pero realmente los datos eliminan la incertidumbre? Carrizosa responde categóricamente: «No, pero ayudan a controlarla». Explica que la matemática, al aplicarse, se basa en modelos que recogen información para reducir la incertidumbre y permitirnos tomar decisiones más coherentes.

## Algoritmos y sesgos: la receta para el desastre

Si los datos son el ingrediente, el algoritmo es la receta. Pero, ¿qué pasa cuando la receta está adulterada? «Cuando me han dicho que la carne era de primera y era de segunda o que los garbanzos eran tiernísimos y que no iban a dejar el pellejo», ejemplifica Carrizosa, refiriéndose a los sesgos.

El matemático advierte que los sesgos son un problema «altamente preocupante» en la inteligencia artificial, ya que no sabemos cómo han aprendido estas herramientas y si están reproduciendo discriminaciones existentes. «El ejemplo más famoso es el programa para ayudar a los jueces a determinar la libertad provisional de un acusado. Si eras afroamericano, te dejaba en la cárcel y si era caucásico, con una altísima probabilidad, te decía ‘usted no va a reincidir, salga a la calle'».

Además, Carrizosa señala que el liderazgo de la inteligencia artificial está en manos de empresas privadas que miran su interés comercial. «¿No sabemos quién está decidiendo por nosotros?», se pregunta.

### ¿Dónde trazamos la línea? decisiones que no se le pueden dar a la ia

Carrizosa plantea un debate crucial: ¿hay decisiones que no se deben dejar a la inteligencia artificial? Si bien reconoce que en ciertos casos, como en el diagnóstico médico, las máquinas pueden ser más precisas que los humanos, insiste en que «a mí me gustaría que la decisión última la tomara una persona con conciencia, a la que yo pudiera mirar a los ojos en el caso de que se equivoque, que pudiera decir que lo siente porque tenga moral».

Porque los datos, al fin y al cabo, son «ceros y unos dentro del ordenador» y reflejan una realidad, pero no tienen moral. «Es como hablar de la moral de un cuchillo: puedo usarlo para comer o para agredir a alguien». El problema, según Carrizosa, es cuando «empresas privadas o un Gobierno ajeno van a hacer un uso neutro de los datos cuando están ayudándonos a la toma de decisión».

En un mundo donde la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados, la reflexión de Emilio Carrizosa nos invita a cuestionar el papel que le estamos dando a las máquinas y a exigir transparencia y ética en su desarrollo y aplicación. Porque, al final, la última palabra la tenemos nosotros.

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