Un estudio del Instituto para la Seguridad y el Comportamiento Digital revela cómo los memes, lejos de ser simples chistes, son herramientas clave para la difusión de teorías conspirativas y la consolidación de comunidades extremistas en internet. La investigación destapa que su formato simple y viral refuerza visiones del mundo sesgadas, atrayendo nuevos miembros y actuando como «bálsamo» para disidencias internas. Además, un análisis en Facebook demuestra que la mayoría de los contenidos se comparten sin ser siquiera leídos, facilitando la propagación de información falsa.
Memes: el caballo de Troya de las teorías conspirativas en la era digital
Los memes, ¿simple entretenimiento o un arma de doble filo en el mundo digital? Un nuevo estudio pone la lupa sobre estas «unidades de cultura» y su rol en la diseminación de ideas extremistas y teorías conspirativas. El análisis, realizado por el Instituto para la Seguridad y el Comportamiento Digital (IDSB) de la Universidad de Bath, revela que estas imágenes con texto, lejos de ser inofensivas, son un «lenguaje de internet» crucial para comunicar narrativas y reforzar lazos dentro de comunidades con visiones del mundo particulares, a veces peligrosas.
Según la investigación publicada en *Social Media y Society*, los memes son fundamentales para que las comunidades más extremistas y seguidoras de la teoría de la conspiración compartan y difundan «su visión del mundo», refuercen los vínculos y transmitan engaños. Es decir, lobos con piel de cordero en la comunicación online.
Limor Shifman, profesora de comunicación y periodismo en la Universidad Hebrea de Jerusalén, describe a los memes como «unidades de cultura que se difunden de persona a persona y reflejan las mentalidades sociales generales de una manera accesible y emocionalmente resonante». Esta capacidad de transmitir mensajes de forma rápida y digerible es clave, especialmente en comunidades donde florecen las teorías conspirativas.
El poder de la simplificación: memes como catalizadores de la desinformación
El estudio del IDSB destaca que en estos grupos, «los usuarios sienten que están interactuando con otros como ellos, como pensadores alternativos de ideas afines». Esto crea un caldo de cultivo donde los memes actúan como refuerzo de una visión del mundo conspirativa y, por ende, contribuyen a la propagación de ideas dañinas.
«Estas comunidades atribuyen los acontecimientos sociales a complots ocultos y al poder manipulador de una élite en la sombra. Al revelar ‘lo que realmente está pasando’, los miembros se posicionan como una minoría ilustrada, en marcado contraste con la mayoría desinformada de la población en general», explican los investigadores.
Y es ahí donde los memes muestran su verdadero potencial: «Dada su capacidad para destilar y comunicar narrativas, es probable que desempeñen un papel importante reflejando y, por lo tanto, reforzando los entendimientos colectivos o la visión del mundo conspirativa de los miembros de la comunidad». En otras palabras, un meme puede ser más efectivo que un discurso de horas para convencer a alguien de una teoría conspirativa.
¿Originalidad o repetición?: la receta para un meme viral
Contrario a lo que uno podría pensar, la capacidad de transmisión de un meme no depende de su originalidad, sino de lo contrario. Los investigadores identificaron los 20 memes más utilizados, entre los que destacan PNJ o Wojak, Soyjaks contra Chads y Lisa Simpson en la pizarra. La repetición de roles y representaciones culturales, como la élite engañosa o la «minoría ilustrada», también es clave.
«Los temas generales crean un marco general de entendimiento que guía a los miembros a través de conversaciones sobre preocupaciones colectivas. Debido a esto, actúan como un bálsamo para los desacuerdos que surgen, reduciendo la posibilidad de fractura por diferencias menores. Esta cohesión permite que ideologías peligrosas echen raíces y florezcan», explica Emily Godwin, autora principal del estudio. En resumen, los memes no solo difunden ideas, sino que también construyen comunidad.
Otra función importante es la de atraer nuevos miembros. «El humor de los memes es, probablemente, un factor clave para atraer nuevos miembros a estos grupos, incluidas personas que pueden desconocer el contexto completo y el impacto de la desinformación», señala Brit Davidson, coautor del estudio.
Más allá del meme: la confianza ciega en la era de la información
¿Quiénes son los más vulnerables a la desinformación disfrazada de memes? Según un estudio publicado en *PLOS Global Public Health*, las personas crédulas y las desconfiadas son las más propensas a caer en la trampa. Michal Tanzer, uno de los autores, habla de «confianza epistémica», la predisposición a considerar significativo y generalizable lo que otros comunican, evitando así la verificación y el análisis crítico.
Y por si fuera poco, un estudio de la Universidad Estatal de Pensilvania encontró que alrededor del 75% de los contenidos en Facebook se comparten sin que el usuario siquiera abra el enlace. «Fue un hallazgo sorprendente y aterrador que, más del 75% de las veces, las publicaciones en Facebook se compartan sin que el usuario haga clic primero», comenta S. Shyam Sundar, autor principal del trabajo. ¿La razón? «La razón por la que esto sucede puede ser porque las personas simplemente son bombardeadas con información y no se detienen a pensar en ella. En un entorno así, la desinformación tiene más posibilidades de volverse viral».
En definitiva, los memes son solo una pieza del rompecabezas de la desinformación en la era digital. Los investigadores de la Universidad de Bath admiten que el campo de la expresión digital es muy amplio y consideran añadir a los trabajos investigaciones sobre el papel que juegan los emojis, los *hashtags*, los rituales en línea y la jerga específica de una comunidad concreta, los ingredientes de la cocina de la desinformación. La pregunta que queda flotando es: ¿cómo podemos combatir esta marea de información falsa sin caer en la censura? Un desafío que requiere pensamiento crítico, alfabetización digital y una buena dosis de escepticismo sano.