Raphaël Graven, conocido streamer francés como Jean Pormanove, falleció durante una transmisión en vivo tras 10 días de encierro con otros streamers, en un maratón de juegos, peleas y abusos. La justicia francesa investiga el caso, que pone en evidencia los límites de la permisividad en plataformas como Kick, donde Graven era una figura popular. Su muerte reabre el debate sobre la responsabilidad de las plataformas y la audiencia ante contenidos extremos y potencialmente peligrosos.
La muerte en directo de un streamer francés enciende el debate sobre los límites de la permisividad en plataformas como Kick
«Hola, mamá, qué tal, estoy jodido hasta la muerte con el juego, esto va demasiado lejos», escribió Raphaël Graven, el streamer francés de 46 años conocido como Jean Pormanove, horas antes de morir. La frase, escalofriante, no solo anticipaba su trágico final, sino que también dejaba al descubierto una realidad oscura que se esconde detrás del brillo de las transmisiones en vivo.
Graven llevaba 10 días encerrado en una casa, transmitiendo 24 horas al día un espectáculo dantesco de juegos, peleas, insultos y abusos físicos con otros streamers. Un verdadero circo romano moderno, donde la audiencia, ávida de morbo, parecía ser el único juez y verdugo.
La situación, que ya era preocupante, llegó a un punto crítico cuando Graven, en un mensaje desesperado a su madre leído en vivo por uno de sus compañeros, confesó sentirse «secuestrado con su concepto de mierda» y expresó su deseo de irse. Pero no pudo. Durante una transmisión, los espectadores notaron que había dejado de respirar. Un compañero, en un gesto tan brutal como revelador, le arrojó una botella de agua para comprobar si seguía vivo. Poco después, la emisión se cortó.
## ¿Quién era jean pormanove y por qué su muerte genera tanta polémica?
Graven no era un improvisado. Su canal era el décimo más visto de Kick, una plataforma que se ha ganado fama por su laxa política de moderación. Tenía más de 10.000 espectadores de media, con picos que superaban los 30.000. Sus cuentas en otras redes sociales, como TikTok, Instagram, YouTube o X, sumaban más de un millón de seguidores.
Kick, ante la magnitud del escándalo, decidió borrar la cuenta de Graven y las del resto de los streamers involucrados en el «maratón sádico». Sin embargo, la web ya está plagada de clips con imágenes de esos días y de otros abusos, lo que plantea interrogantes sobre la efectividad de estas medidas y la responsabilidad de las plataformas en la difusión de contenidos violentos.
La muerte de Graven, totalmente evitable, pone en evidencia lo peor de las redes sociales: protagonistas que parecen haber perdido toda conexión con la humanidad, impulsados por la necesidad de generar contenido cada vez más sádico, y una audiencia cruel que alienta desde sus casas para ver una humillación nueva. Un círculo vicioso que, lamentablemente, parece no tener fin.
## Kick: el paraíso de los contenidos polémicos
Alrededor de Raphaël Graven se había montado un grupito de streamers que compartían emisiones y bromas macabras. En diciembre de 2024, el diario digital francés Mediapart publicó un artículo sobre el canal de Graven que recibió cientos de insultos de fans en X. Mediapart describía la dinámica de la siguiente manera: “Las cuatro personas que aparecen más a menudo en el canal se llaman Naruto, Safine, JP [Graven] y Coudoux. Los dos primeros atacan voluntariamente a los dos últimos. Graven, un ex militar, sufre numerosas violencias, como estrangulamientos y chorros de agua y de pintura”.
Graven comenzó su carrera en el streaming con videojuegos, destacándose por sus furibundas reacciones cuando perdía. Luego, se unió a otros streamers. Twitch, la plataforma de directos más popular, lo expulsó por varias infracciones, lo que lo llevó a Kick, una alternativa creada en 2022 en Australia, surgida tras la prohibición de Twitch al juego y las apuestas.
Kick tiene vínculos con el casino global Stake, que no puede operar en España, y su política de moderación es extremadamente laxa. En el mundo de los streams, se le conoce como la plataforma que permite casi todo. Parte de su crecimiento se debe a streamers que rozan contenidos que otras plataformas no permiten, como violencia, insultos, drogas o desnudos.
Este tipo de actos, donde una audiencia desatada jalea a alguien haciendo locuras, requiere de la interacción en directo. Aunque casi todas las plataformas lo permiten, la mayoría no lo prioriza. Es mucho más difícil crear esa relación directa con la audiencia mediante videos grabados —como los de TikTok o YouTube— o en mensajes —como los de X, Discord o Reddit—.
Los directos eran terreno casi exclusivo de Twitch hasta que apareció Kick para competir, no solo con el contenido, sino también con un reparto del dinero mucho más ventajoso para los streamers. Otros usuarios aprovechan las polémicas para compartir en otras redes sociales clips de esos directos, pero en la mayoría las frases polémicas están silenciadas y si hay algún objeto dudoso, como consumo de droga o agresión, se pixela.
El caso de Raphaël Graven es un llamado de atención sobre los peligros de la búsqueda desenfrenada de atención y la falta de límites en el mundo del streaming. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por un «me gusta» o un comentario? ¿Quiénes son los responsables de ponerle freno a este tipo de situaciones? Las preguntas quedan abiertas, mientras la Justicia francesa intenta esclarecer lo sucedido y determinar si hubo delito. Lo que es seguro es que la muerte de Graven ha dejado una marca imborrable en el mundo del streaming y ha abierto un debate que, esperemos, sirva para evitar futuras tragedias.