La historia de Marta, una joven trans, ilustra el papel crucial de las redes sociales como espacio de descubrimiento y apoyo para la comunidad LGTBIQ. Sin embargo, las recientes modificaciones en las políticas de Meta, que permiten el señalamiento de personas LGTBIQ como «enfermas mentales», amenazan este refugio. Expertos y activistas denuncian el aumento del odio en línea y la urgencia de proteger a una comunidad ya vulnerable, mientras reconocen el valor de estas plataformas para conectar y dar visibilidad.
Marta Alonso, una joven de 24 años oriunda de Vigo, encontró en la pandemia una inesperada aliada para su autodescubrimiento. Lo que comenzó como estudios de filología en la universidad, una fachada que encubría su verdadera identidad, terminó en un proceso de introspección forzado por el confinamiento. La grieta que la universidad había generado en su vida, hizo que las preguntas sobre quién era realmente se volvieran imposibles de ignorar. «Las redes sociales fueron una ventana al mundo que yo quería conocer: el mundo trans», confiesa.
En plataformas como Instagram, YouTube y TikTok, Marta halló historias de personas trans, muchas con finales esperanzadores, una rareza para una comunidad que a menudo enfrenta adversidades. En el anonimato de la red comenzó la búsqueda que la llevaría a encontrarse con otras personas que vivían experiencias similares en diversas partes del mundo. El contacto con esas vivencias la impulsó a salir del armario. Pero Marta no se conformó con la virtualidad: «Las redes fueron un impulso y estuvieron bien para un inicio, pero hubo un momento en el que empezaron a ser insuficientes», explica, buscando conexiones en su entorno más cercano.
El doble filo de la virtualidad para la comunidad lgtbiq
Paradójicamente, fue un hallazgo virtual lo que la animó a dar el salto al mundo real. Marta encontró en Instagram a una organización gallega que defendía los derechos del colectivo LGTBIQ. Allí encontró el apoyo y el consejo que necesitaba para iniciar su transición. La historia de Marta encarna así el potencial de las redes sociales como herramienta para el autodescubrimiento y el apoyo mutuo, pero también evidencia su lado oscuro.
Esta «ventana al mundo» que Marta encontró podría cerrarse pronto. Meta, tras la victoria de Donald Trump, anunció una actualización de sus políticas contra el odio en línea. Esta medida consiste en la eliminación de su programa de verificación de datos y moderación de contenido. Ahora, personas como Marta podrían ser calificadas como «enfermas mentales» sin consecuencias, dejando a uno de los grupos más vulnerables de la sociedad a merced del odio en internet y la desinformación. Los datos revelan que las personas LGTBIQ reportan más del doble de intentos de suicidio que la población general, a menudo impulsados por el odio que circula en línea. «Esto es grave y me preocupa», declaró Pío Brando Huaycho, psicólogo y coordinador de un grupo de jóvenes LGTBIQ.
El impacto del odio online se extiende al mundo real. Los jóvenes LGTBIQ experimentan más problemas de salud mental que sus pares heterosexuales. Una encuesta estadounidense reveló que un alto porcentaje de ellos sufre de ansiedad, y depresión. Los datos no mienten: el odio vertido en internet se materializa en la vida de las personas, afectando su salud mental y su bienestar general.
Sin embargo, el espacio virtual no es solo sinónimo de odio; también es un espacio fértil para la conexión y el desarrollo de la identidad. Investigaciones recientes han documentado cómo jóvenes LGTBIQ utilizan las redes para apoyarse mutuamente, formar lazos y encontrar su lugar en el mundo. Pero si bien las plataformas digitales se presentan como una herramienta poderosa para dar visibilidad a la realidad de la comunidad LGTBIQ, también son un arma de doble filo.
Internet: Refugio y campo de batalla en la lucha por la identidad
Konstantinos Argyriou, experto en estudios de género, destaca el rol de internet como un espacio seguro para que los jóvenes LGTBIQ se hagan preguntas y encuentren respuestas. Ana Valeria Pérez, una joven lesbiana de Madrid, por su parte, afirma que fue un refugio en momentos de soledad e incertidumbre. Incluso salió del armario gracias a un video que subió a redes sociales. Es que como dice la lógica, la red es un espejo de la sociedad, incluyendo la discriminación que allí se ejerce contra aquellos que se salen de la norma. «La hostilidad siempre ha estado ahí, solo que ahora tiene mayor legitimidad», explica Argyriou.
Un estudio reciente reveló que el 76% de las personas trans han sido víctimas de acoso en línea en algún momento, mientras que el 47% de las personas LGTBIQ lo han sido en el último año. Marta, la joven trans de Vigo, relata sus propias experiencias con la violencia en las redes, donde los ataques a menudo provienen desde el anonimato. «Yo respondía a esos mensajes por la impotencia, pero me di cuenta de que es un debate estéril», relata. Un informe de la FELGTBI+ evidenció que gran parte de los discursos de odio anti-LGTBIQ en redes como X provienen de cuentas falsas.
William Gil D’Avolio, director ejecutivo de FELGTBI+, subraya la importancia de proteger estos espacios de socialización para la juventud. Los cambios en Meta, en este sentido, dejan al descubierto la fragilidad legal del mundo virtual y la importancia del Estado de derecho. Para Enrique Anarte, periodista y creador de contenido LGTBIQ, la comunidad tiene el deber de no cederle terreno a los movimientos reaccionarios, pues internet ha sido siempre el lugar para las voces marginadas que nunca tuvieron espacio en los medios tradicionales.