La polémica se desató tras un gesto de Elon Musk durante la investidura de Trump, interpretado por algunos como un saludo nazi, mientras que otros lo ven como un simple ademán. Este incidente puso en evidencia la manipulación de la realidad y la proliferación de desinformación en las redes sociales, exacerbadas por la influencia de figuras como Musk y la pasividad de plataformas como Facebook. Además, la administración Trump utiliza la narrativa de la «censura» y la «instrumentalización» para validar sus acciones, distorsionando aún más la realidad.
"Elon Musk haciendo el saludo romano jajajaj", así arrancó la polémica por cortesía del neonazi Alberto Pugilato, apenas un primer grito en una estampida de análisis y contranálisis que rápidamente incendió las redes sociales. El tuit del sujeto, un personaje que goza de una inmerecida fama en los bajos fondos de la web, fue solo la mecha.
¿Un saludo nazi o un simple gesto? el debate que incendió las redes.
La escena, un acto de la investidura de Trump, mostraba a Musk alzando su brazo al público. Fue suficiente para que la cuenta ultra SrLiberal sentenciara en redes “Elon Musk alza el brazo y hace el saludo romano. ¿Qué ha sido esto?”. Y como era de esperarse, lo que para unos fue un inocente saludo, para otros fue una indiscutible muestra de afinidad con el ideario fascista. La ambigüedad del gesto desató un vendaval de interpretaciones. Como bien sabemos, el "saludo romano" es el eufemismo que usan los nazis para referirse al saludo nazi, una estrategia retórica que busca "connaisseurs" del fascismo al mismo tiempo que disfraza sus intenciones. Pero ojo, la historiadora Mary Beard ya aclaró que esta postura, nada tiene que ver con la antigua Roma.
Para quienes lo vieron en vivo, el momento fue de esos que te dejan con la mandíbula por el suelo al estilo de película de superhéroes, donde el protagonista descubre que viene de otro planeta. Musk, con su brazo en alto, dos veces, con fuerza y pasión, como si estuviera a punto de convocar a los dioses del olimpo. Pero como es costumbre, la industria de la mentira entró en acción rápidamente. En menos de 15 minutos, los ultras, tanto de Estados Unidos como de España, empezaron con las explicaciones que dejaban claro que la realidad era una cuestión de percepción. SrLiberal primero intentó convencer a la gente que era una suerte de saludo al corazón con destino a las estrellas. Luego, sentenció que "al margen de bromas, es evidente que Elon Musk no hizo el saludo nazi", y para colmo, se escudó en un artículo de La Razón para denostar a Pedro Sánchez. Otros, menos cautelosos, celebraron el "guiño" del empresario cual Rasputín trumpista, como si esa clase de guiños fuese prueba necesaria para saber que a estas alturas el mundo en el que vivimos es una novela distópica.
El poder de la desinformación en la era de Musk y Trump
Tal como señaló Charlie Warzel en The Atlantic, todo esto es "un espectáculo apropiado para comenzar la segunda administración Trump: un grupo de personas discutiendo interminablemente sobre algo que todos pueden ver con sus propios ojos". Y allí está el meollo del asunto, la negación de lo evidente, la que nos lleva a preguntarnos si la realidad es solo una cuestión de percepción, o si la misma depende si lo que vemos le agrada a los dueños del circo.
No hay que olvidar que desde hace tiempo, los deepfakes nos preocupan al contaminar el proceso electoral, por medio de la desinformación creada con inteligencia artificial. Pero parece que este problema no funciona de esa manera tan "sencilla", ahora, la llegada de la IA a un panorama informativo ya tóxico, cortesía de personajes como Musk, solo sirve para que la gente no crea en cosas que son ciertas. ¿Resultado? La realidad ahora es un ente opinable. Los neofascistas reconocieron el "saludo romano" a primera vista, pero ahora comparten fotos de políticos demócratas con el brazo en alto y se burlan, como si todos fueramos unos estúpidos. Y rematan con el clásico "es broma, os enfadáis por todo", una táctica para deslegitimar cualquier reacción de inconformidad.
Musk, lejos de quedarse callado, se burla de la izquierda por ver "nazis" en todas partes. Además, no pierde la oportunidad de atacar a los medios y a Wikipedia, como si fueran los últimos bastiones que evitan que la manipulación se propague como epidemia. Todo este circo mediático nos lleva a una conclusión: da igual si Musk hizo el saludo fascista a conciencia, lo importante es la maquinaria del odio y la mentira en acción que ahora intenta convencernos de que lo que vimos no es cierto. Eso es lo que verdaderamente importa, la forma en que se manipula la realidad para convencer a las personas de lo que no es.
Con Trump de nuevo en el Despacho Oval y "los broligarcas" como dueños de los principales medios, nos enfrentamos a un experimento de luz de gas de proporciones épicas. La ahora llamada "economía de la atención", ese concepto que antes se limitaba a captar nuestros ojos para vendernos anuncios, se ha transformado en un torrente de mentiras y tonterías con el fin de distorsionar la realidad. Y en este nuevo panorama de engaño, cada persona decide cómo ver la realidad, y la de Musk es la que vale. En su "timeline" o cerebro, los encarcelados por el asalto al Capitolio son "presos políticos", "los rehenes del 6 de enero".
El experimento ahora ha llegado a los decretos. Si extraterrestres leyeran las primeras órdenes de Trump, pensarían que es el primer régimen democrático después de una oscura etapa dictatorial. Palabras como “La administración anterior pisoteó el derecho a la libertad de expresión al censurar el discurso de los estadounidenses” o “Llevaron a cabo una instrumentalización sin precedentes y propia de países del tercer mundo del poder judicial para socavar el proceso democrático”, son ejemplos de cómo se manipula el lenguaje para cambiar la realidad. Y no solo eso, si Trump decide que España es uno de los BRICS, pues entonces España se muda al sur de África, sin más explicaciones.
¿Cómo podemos enfrentarnos a esta avalancha constante de desinformación? Magnates como Mark Zuckerberg han determinado que desmentir falsedades es censura y dejarán que la mentira fluya sin control. ¿Qué hacemos cuando alguien nos quiere hacer luz de gas permanente, sistemática, para salirse con la suya? Esa es la pregunta que debemos responder.