Signal al desnudo: ¿Por qué los poderosos la eligen?

Redacción Cuyo News
8 min
Cortito y conciso:

Meredith Whittaker, presidenta de Signal, defiende la privacidad de la aplicación frente a gigantes como WhatsApp y Telegram. Signal, conocida por su cifrado y enfoque en la privacidad, se enfrenta al desafío de crecer en un mercado dominado por efectos de red y políticas gubernamentales que amenazan la seguridad de los usuarios. Whittaker compara Signal con «oro puro al 100%», destacando su compromiso con la privacidad, y critica a WhatsApp y Telegram por comprometer la seguridad en pos de funcionalidades adicionales o marketing engañoso. Además, advierte sobre los peligros de las políticas gubernamentales que buscan debilitar el cifrado y el uso irresponsable de la inteligencia artificial.

Signal contra las cuerdas: ¿la privacidad es un lujo en tiempos de WhatsApp y Telegram?

Signal, esa aplicación de mensajería que suena en los titulares cuando los poderosos meten la pata, vuelve al ruedo. ¿Se acuerdan del «Signalgate» en marzo, cuando unos capos del Pentágono casi le dan la primicia de un ataque en Yemen a un periodista? Acá en España también tuvo su momento, cuando salió a la luz que el ex secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, le recomendaba a Koldo García usar Signal para sus trapitos sucios. Pero Koldo, fiel a WhatsApp, le respondió: “Es una gilipollez”.

Ahora, Meredith Whittaker, la jefa de Signal, sale al cruce y dice que la diferencia entre Signal y WhatsApp no es ninguna «gilipollez». En su primera charla con un medio en español desde que asumió en 2022, la ex Google y activista anti-vigilancia, le pone pimienta al asunto: «Es la diferencia entre tener un 10% de oro mezclado con un 90% de latón o tener oro puro al 100%». ¿Será para tanto?

“[En WhatsApp] puedes decir que hay oro en la mezcla, pero Signal es el estándar de oro. Nuestra única prioridad es la privacidad. Hacemos una sola cosa, y la hacemos muy bien: ofrecer la mayor plataforma de comunicación realmente privada del mundo”, asegura Whittaker. Pero, ¿qué pasa cuando esa «privacidad» se usa para evadir la justicia?

¿Es Signal un refugio para delincuentes o un bastión de la privacidad?

Whittaker se defiende: «Es una noticia sobre ellos, no sobre nosotros”. Y lanza una comparación que da que pensar: «Es como decir: vamos a pasar contrabando por la frontera, usemos la carretera. Confundir la infraestructura con la gente que la usa es la manera en que gente malintencionada convierte la privacidad en la excusa de malas acciones, en lugar de ir a las causas de fondo. Es culpar a la carretera de lo que hace un coche, en vez de mirar quién conduce”. ¿Tendrá razón?

Lo cierto es que las polémicas de Meta (la empresa detrás de WhatsApp) y otras compañías son el combustible de Signal. La aplicación, de código abierto, cifrada y sin fines de lucro, se jacta de no guardar información innecesaria de sus usuarios. Esto, según Whittaker, hace imposible responder a pedidos de gobiernos y policías: “No sabemos quién está en tu lista de contactos. No sabemos a quién escribes. No sabemos quién está en tus grupos. No sabemos qué foto de perfil tienes. Aunque me pongan una pistola en la sien no puedo responder”. Una declaración fuerte, sin dudas.

El desafío de crecer en un mundo dominado por gigantes

Fundada en 2014, Signal está lejos de las cifras de WhatsApp y Telegram. En España y Latinoamérica, salvo momentos puntuales, no figura entre las 200 apps más descargadas. Whittaker reconoce el desafío, pero se muestra optimista: “Vemos un crecimiento constante en España y en países de Latinoamérica, pero no tenemos datos concretos. Esto va en línea con las tendencias de este año, donde el crecimiento más fuerte se está dando sobre todo en países europeos”.

El talón de Aquiles de Signal es el famoso «efecto red»: para que una app de mensajería funcione, se necesitan dos personas. Por más fanáticos de la privacidad que haya, si sus contactos no usan Signal, no hay comunicación. Whittaker lo sabe: “Este es el desafío principal, porque al final la comunicación no es tecnología. No elegimos nuestra tecnología de comunicación por ser puristas. La elegimos porque queremos hablar con nuestros amigos”.

“[…] Incluso el criptógrafo más comprometido no puede usar Signal si sus amigos no la usan”, reconoce Whittaker. “Realmente entiendo a la gente que no quiere otra app en su teléfono”, agrega. Pero hay quienes cambian, sobre todo en grupos específicos: “Normalmente sucede en grupos, como tu equipo de fútbol o un chat de trabajo que quieres tener fuera del sistema corporativo”.

¿Será suficiente este nicho para que Signal despegue? El tiempo dirá. Mientras tanto, Whittaker sigue predicando las bondades de la privacidad y criticando a sus competidores.

¿WhatsApp y Telegram son el enemigo?

Whittaker no se guarda nada. De WhatsApp dice que, si bien usa la tecnología de Signal, sacrifica la seguridad por funcionalidades y recopila metadatos íntimos de sus usuarios. “WhatsApp es diferente de Signal. Usan nuestra tecnología porque es la mejor, pero solo encriptan el contenido de los mensajes con nuestro cifrado. Luego recogen una gran cantidad de metadatos íntimos: tu lista de contactos, foto de perfil, con quién hablas”, explica.

Telegram, según Whittaker, es otra historia. Si bien tiene fama de segura, el cifrado solo se aplica en partes muy concretas del servicio. “El problema con las afirmaciones técnicas es que no hay tanta gente capaz de validarlas. Y por todo el bombo y los mitos que se crean en tecnología, es demasiado fácil que el marketing sustituya a la sustancia. Y eso es exactamente lo que ha pasado con Telegram”, dispara.

“[…] Hay gente que muere. Usan Telegram, asumen que es privada, que protege sus derechos, y hemos escuchado directamente de personas cuyos chats de grupo fueron interceptados, que fueron blanco de regímenes autoritarios. Todo porque la empresa estaba dispuesta a decir en su marketing cosas que no eran ciertas sobre su producto”, denuncia Whittaker. ¿Palabras fuertes o una advertencia necesaria?

El futuro de Signal es incierto. La lucha por la privacidad es una batalla cuesta arriba contra corporaciones poderosas y gobiernos con apetito por la vigilancia. Pero Whittaker no se rinde: “Continuaríamos operando mientras pudiéramos”. ¿Será suficiente para mantener viva la llama de la privacidad en un mundo cada vez más conectado y vigilado?

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