Úrsula Corberó revela su adicción al Candy Crush: ¿Por qué engancha?

Redacción Cuyo News
6 min
Cortito y conciso:

La actriz Úrsula Corberó confesó su adicción al Candy Crush, alcanzando niveles estratosféricos antes de «desintoxicarse» borrando la aplicación. Este hecho dispara el debate sobre la adicción a los juegos móviles y qué herramientas existen para combatirla. ¿Una simple distracción o un problema que nos carcome el tiempo y la vida?

Úrsula Corberó y el Candy Crush: ¿Adicción millennial o reflejo de una sociedad enganchada a la pantalla?

Hace unos días, la actriz Úrsula Corberó soltó una bomba en el pódcast La Pija y la Quinqui: su adicción al Candy Crush. No hablamos de un par de partidas esporádicas, sino de años invertidos en combinar caramelos hasta alcanzar el nivel 27.000. Sí, leyó bien. Una cifra que da vértigo y que plantea una pregunta incómoda: ¿es este juego un simple pasatiempo o una trampa para nuestra atención?

La propia Corberó confesó que esta adicción se intensificó durante la pandemia: "Había mucho tiempo libre. La gente hacía yoga y yo jugaba al Candy Crush". Una frase que resuena con la experiencia de muchos, atrapados en un loop de pantallas durante el encierro. Pero, ¿qué hace a este juego tan adictivo?

El dulce veneno del Candy Crush

Lanzado en 2012, el Candy Crush es un clásico juego de puzles que consiste en combinar caramelos del mismo color para superar niveles. Con miles de desafíos, efectos visuales llamativos y recompensas constantes, el juego parece inofensivo. Sin embargo, su diseño está pensado para mantenernos enganchados.

El juego limita los movimientos y las vidas, creando una sensación de urgencia y frustración que nos impulsa a seguir jugando. Esta mecánica, sumada a la constante sensación de progreso y las recompensas inmediatas, genera un cóctel adictivo.

No es la primera vez que el Candy Crush salta a los titulares. Desde la exdiputada Celia Villalobos jugando en el Congreso hasta superar los 5.000 millones de descargas fuera de Facebook, el juego ha demostrado su poder de convocatoria. Incluso, un dato curioso: parece ser especialmente popular entre los mayores de 45 años. ¿Será que los millennials no somos los únicos susceptibles a su encanto?

¿Una adicción destructiva?

Pero más allá de los números y las anécdotas, hay un lado oscuro. Un estudio publicado en la revista Telematics and Informatics señala que la popularidad del Candy Crush ha provocado "numerosos problemas". Algunos jugadores reportaron haber dejado a sus hijos esperando en la escuela, abandonado las tareas del hogar e incluso haberse lesionado al intentar alcanzar nuevos niveles.

Si bien algunos usuarios aseguran que este juego "destruyó" su vida, las redes sociales están repletas de personas que reconocen una dependencia. "Me advirtieron de las drogas, pero jamás del Candy Crush Soda", ironizó un usuario en X (antes Twitter). Una frase que resume la paradoja de una adicción socialmente aceptada, pero no por ello menos dañina.

Estrategias para romper el hechizo

Varios estudios coinciden en que el diseño del juego, con sus recompensas inmediatas y su fácil acceso, es la clave de su adicción. Las personas que se sienten solas, se aburren en su tiempo libre o tienen poco autocontrol son más propensas a caer en esta trampa. De hecho, investigaciones relacionan la adicción a los juegos móviles con problemas como la ansiedad social, la depresión y la sensación de aislamiento.

¿Qué podemos hacer entonces para evitar caer en las garras del Candy Crush y otros juegos similares? Gloria Mark, experta en atención humana de la Universidad de California, recomienda ser "estratégicos". "Si eres una persona que puede terminar jugando durante horas, debes organizarte para que solo estés jugando durante 5 o 10 minutos", afirma.

Mark sugiere configurar un temporizador, usar un "gancho" que te obligue a dejarlo (como jugar antes de una reunión) y organizar tu entorno para evitar caer en el pozo sin fondo del juego. Jorge Barraca, psicólogo clínico, propone tomárselo como un complemento, no como una prioridad: usarlo como premio después de haber terminado otras tareas.

Más allá del juego: herramientas y alternativas

Pero no todo está perdido. Existen herramientas y estrategias para recuperar el control de nuestro tiempo y nuestra atención. Aplicaciones como One Sec, Digital Detox y Forest nos ayudan a limitar el uso del teléfono y a concentrarnos en otras actividades.

Además, un metaanálisis publicado en la International Journal of Environmental Research and Public Health concluyó que el ejercicio físico tiene un efecto positivo significativo para reducir la adicción a los smartphones. Tai chi, correr, bádminton o baile, cualquier actividad que nos saque de la pantalla y nos conecte con nuestro cuerpo puede ser una buena opción.

En definitiva, la historia de Úrsula Corberó y su adicción al Candy Crush es un llamado de atención. Una invitación a reflexionar sobre nuestra relación con la tecnología y cómo esta moldea nuestra vida. ¿Estamos usando las pantallas o nos están usando ellas a nosotros? La respuesta, como siempre, está en nuestras manos.

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