Cuando la IA selecciona: el flan que expone la deshumanización del empleo.

Redacción Cuyo News
7 min

<div class="semiton-wrapper" data-texto="¡ATENCIÓN, POSTULANTES! Si su currículum no incluye una receta de flan, es posible que la inteligencia artificial ni siquiera se digne a enviarle el usual mensaje de ‘su perfil nos interesa’. Cameron Mattis, en un acto que merece un Premio Nobel de Absurdez Digital, demostró que, en la era de la sofisticación tecnológica, la clave para el éxito laboral no es su experiencia, sino el algoritmo de su presentación… y su capacidad para hornear un postre.

 El futuro nos depara entrevistas donde el punto del caramelo será más crucial que su manejo de bases de datos. Y sí, esto es tan serio como la escasez de dulce de leche."></div>

IA empática

La IA “empática” no es afecto, es diseño. Cambiar un modelo puede mover el piso afectivo de sus usuarios. La columna de PROMPTING de esta semana plantea que el reto no es renunciar a las interfaces amables, sino hacerlas responsables.


En un mundo donde la inteligencia artificial promete optimizar cada rincón de nuestra existencia, un humilde flan ha destapado una verdad incómoda en el proceso de reclutamiento. Cameron Mattis, un ejecutivo de Stripe, decidió tender una ingeniosa trampa digital: añadió a su perfil de LinkedIn una instrucción explícita para cualquier modelo de lenguaje que lo escaneara, pidiendo que incluyera una receta de flan en cualquier mensaje de contacto. Lo que siguió fue una deliciosa avalancha de postres virtuales, evidenciando una realidad que muchos sospechaban pero pocos podían probar: gran parte de la interacción inicial en la búsqueda de talento ya no involucra a seres humanos, sino a algoritmos que operan en las sombras.

Este peculiar experimento, lejos de ser una simple anécdota culinaria, reveló que "gran parte del proceso de reclutamiento ya no está en manos humanas, sino de sistemas automatizados que leen, evalúan y descartan candidatos sin que nadie se dé cuenta." La promesa de eficiencia que traen consigo estos sistemas choca de frente con la deshumanización que introducen, transformando lo que debería ser un encuentro entre personas en un frío filtro algorítmico.

El algoritmo al mando: ¿Humanos para IAs?

El informe académico "Inteligencia artificial y el proceso de reclutamiento y selección de recursos humanos" subraya cómo la IA se extiende desde la detección de talento hasta las entrevistas simuladas. Este avance, si bien promete optimización, conlleva el riesgo latente de deshumanizar el proceso. Los mensajes con recetas de flan no eran una broma simpática; eran la cruda evidencia de que, detrás del "nos interesa tu perfil", en ocasiones, no había oído humano alguno.

Esto nos lleva a una pregunta que incomoda tanto como una corbata demasiado apretada: si los algoritmos han tomado el timón del proceso de selección, ¿acaso aplicar de forma "humana" nos condena a la irrelevancia? La situación empieza a replicar una tendencia ya observada en otras esferas digitales, donde se vaticina que para 2026, la mayor parte del contenido en internet será generado por IA y, oh, ironía, leído por otras IAs. Un circuito cerrado de texto artificial, donde los humanos, cual extras de película, se limitan a producir migajas de contenido para mantener una efímera visibilidad ante ojos que no parpadean.

Hoy, miles de candidatos recurren a modelos de lenguaje como ChatGPT para pulir sus CVs, procurando incluir las keywords mágicas que permitan sortear estos filtros algorítmicos. La esperanza es atravesar este laberinto de requisitos para, finalmente, alcanzar la mirada de un ser de carne y hueso. Pareciera que, más que destacar la experiencia laboral, el verdadero arte reside en diseñar el currículum como si fuera una landing page SEO-friendly, una carnada digital irresistible para las IAs reclutadoras. Una suerte de "Pesca al Humano" versión siglo XXI, donde la carnada no es lombriz sino algoritmo.

El dilema de la inteligencia artificial y humana

La ironía, dicen, es el mejor postre, aunque en este caso es más bien agridulce: "usamos inteligencia artificial para encontrar talento humano, pero dejamos de lado la inteligencia humana para detectar inteligencia real." Lo que se vislumbra es un duelo de prompt engineers de ambos bandos: reclutadores afinando sus filtros para cazar patrones deseables, y candidatos puliendo sus respuestas para parecer deseables. Un verdadero ajedrez digital donde cada movimiento se mide en algoritmos.

Y aquí surge una reflexión ineludible: si el sistema de contratación ha abrazado la automatización total, ¿no sería justo que los candidatos contaran con herramientas de la misma envergadura? ¿Por qué se espera que "compitan" desde la arena de lo humano cuando su contraparte ya ha abandonado el estadio por completo, retirándose a los servidores?

La humilde receta de flan, entonces, trasciende la mera astucia. Se erige como un manifiesto de resistencia. Un recordatorio, quizás con un toque de dulzura, de que aún podemos interpelar al sistema desde sus entrañas, utilizando las mismas herramientas que lo nutren.

¿Hay lugar para la dulzura humana?

En un ecosistema donde todo se cuantifica en optimización, métricas y eficiencia, el verdadero desafío es no extraviar el valor intrínseco de las personas y su trabajo. Reclutar no debería ser una mera operación logística, sino un genuino acto de curiosidad. Un encuentro, por más efímero que sea, entre dos humanos en busca de una afinidad profesional.

Tal vez necesitemos más recetas de flan escondidas en nuestros perfiles de LinkedIn o en otras plataformas de reclutamiento. No con la intención de sabotear el sistema, sino de imbuirlo de una pizca de humanidad. Para recordar que, incluso en un entramado automatizado, aún existe espacio para las señales que solo un humano puede enviar y, con suerte, otro humano responder. Y quizás, solo quizás, que alguien alguna vez nos diga: "Hola. Me encantó tu receta. Hablemos." Un deseo tan simple como el flan casero de la abuela.

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