La magia sónica que redefine la experiencia en el velódromo
Leandro Vega, un verdadero artesano del audio y diseñador sonoro con trayectoria en grandes escenarios, se erige como pieza fundamental en la construcción de la experiencia inmersiva para el show del Velódromo en la Fiesta Nacional del Sol. En esta edición, la misión de su equipo se centró en la meticulosa recreación de sonidos de la naturaleza –grillos, teros, murciélagos, llamadores y chicharras–, elementos que prometen dotar al espectáculo de una narrativa sonora sin precedentes. No se trata de un simple telón de fondo; hablamos de una orquesta invisible donde cada insecto tiene su partitura y su momento estelar, casi con agenda propia.
Vega, quien ha compuesto y producido para diversas ediciones de esta fiesta, demuestra una capacidad asombrosa para fusionar el arte sonoro con la complejidad visual y coreográfica. Este año, en la obra “San Juan, mi tierra querida”, su rol es crucial: la maquetación, compaginación y mezcla final tanto del show principal como del pre-show en el velódromo, instantes clave para la expectativa del público sanjuanino.
La arquitectura del sonido: de grillos a universos paralelos
El proceso creativo de Vega se inicia con una inmersión profunda en el guion, donde cada palabra se convierte en una pista para identificar los paisajes sonoros que darán forma al ambiente. Su obsesión es clara: obtener sonidos «limpios y precisos, sin contaminación de otros ruidos», para asegurar que cada efecto impacte con la fuerza deseada. «La idea es formar paisajes sonoros donde puedo determinar, mediante la edición y postproducción, cuándo, cómo y en qué zona del velódromo va a sonar un grillo, un tero o un murciélago», explica Vega, quien además se encarga de las transiciones, empleando síntesis sonora para una fluidez impecable entre escenas.
La materialización de estos sonidos raya en lo ingenioso. Vega suma capas de texturas como suelo, jarilla, glitter (sí, leyó bien, glitter) y golpes pesados, utilizando técnicas de síntesis sonora para crear transiciones e impactos que acentúan momentos clave y mantienen la atención. Muchas veces, estos sonidos también actúan como marcaciones para los bailarines, una suerte de metrónomo invisible. El productor no dudó en apoyarse en resonadores como un arco de chelo o un batidor portátil para hacer vibrar elementos diversos, demostrando que la creatividad no tiene límites, ni instrumentos preestablecidos. Incluso, ensambló un oscilador simple, “una especie de sintetizador primitivo que reacciona al movimiento o la luz, del cual extraigo varias muestras que luego me ayudan a formar un ambiente mágico y etéreo, como de transportación dimensional”. Uno casi esperaría que el público comience a levitar suavemente al escuchar estos acordes. Algunos pasajes de la obra también utilizan síntesis granular, descomponiendo los sonidos en pequeñas partículas para formar una “estela enrarecida de esos ecos”, un detalle que subraya la búsqueda de una experiencia auditiva casi onírica.
Sinergia creativa y tecnología de inmersión
Vega no camina solo en esta empresa. Su equipo cuenta con el talento de Ain Olivares, egresado de la ENERC Cuyo, cuyo aporte fue crucial en la grabación y mezcla. Olivares, con experiencia en cine y teatro, trajo su pericia en grabación surround en directo, logrando capturar el sonido ambiente en 3D y, de este modo, ofrecer una experiencia más realista y envolvente al público.
El diseño sonoro se entrelaza de manera orgánica con otras esferas de la producción, como los visuales y la coreografía. El sonido y la música son el cimiento sobre el cual se erigen las imágenes y animaciones. Posteriormente, una vez desarrolladas, Vega se encarga de ajustar y sonorizar los detalles “a contraimagen”, logrando una sincronización perfecta que potencia los momentos álgidos de la puesta en escena.
La Fiesta Nacional del Sol se distingue por un sistema de sonido 12.1, una configuración que no emana el audio desde un frente, sino que lo distribuye en 360 grados, sumergiendo por completo al espectador. «Los sonidos en movimiento los programo en base a lo que está sucediendo en la puesta en escena, creando una experiencia de inmersión total», detalla Vega. La mezcla final presentó su propio desafío, con el equipo colaborando estrechamente para minimizar los efectos de reverberación, dada la particular acústica del velódromo, un espacio que no fue precisamente diseñado para conciertos sinfónicos.
El sonido es, sin duda, un pilar de la Fiesta Nacional del Sol. El trabajo de Vega y su equipo, que va más allá de lo técnico para adentrarse en lo creativo y conceptual, es una pieza clave. «Es un honor ser parte de esta producción. Junto con Ain, esperamos ver crecer este equipo y seguir aportando a la magia de la fiesta», concluyó Leandro Vega, un visionario que nos invita a escuchar San Juan de una forma completamente nueva.
Leandro Vega, un referente en producción y diseño sonoro, lidera la creación de la inmersiva experiencia auditiva para el show del Velódromo en la Fiesta Nacional del Sol. Su equipo se ha concentrado en replicar sonidos naturales como grillos y teros, esenciales para la narrativa de “San Juan, mi tierra querida”. Con una trayectoria destacada en el evento, Vega es responsable de la maquetación y mezcla final, garantizando una sincronización impecable entre lo sonoro, lo visual y lo coreográfico, a través de innovadoras técnicas y un sistema de sonido envolvente 12.1.
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
** **
La receta: capas de jarilla y glitter (¡sí, glitter!). ¿El resultado? «Paisajes sonoros» que prometen «transportación dimensional». ¿Herramientas? Batidores y «sintetizadores primitivos» de resistencias. Porque la Fiesta del Sol merece un viaje astral garantizado por cada tero. Prioridades.
** **
El 12.1 no es un capricho. Es para que el público *exista* dentro del murmullo del murciélago, programado con precisión suiza. Domar la reverberación del velódromo es su epopeya. Vega lo llama honor. Nosotros, una audacia que redefine lo que creíamos saber de «sonido ambiente».
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
La magia sónica que redefine la experiencia en el velódromo
Leandro Vega, un verdadero artesano del audio y diseñador sonoro con trayectoria en grandes escenarios, se erige como pieza fundamental en la construcción de la experiencia inmersiva para el show del Velódromo en la Fiesta Nacional del Sol. En esta edición, la misión de su equipo se centró en la meticulosa recreación de sonidos de la naturaleza –grillos, teros, murciélagos, llamadores y chicharras–, elementos que prometen dotar al espectáculo de una narrativa sonora sin precedentes. No se trata de un simple telón de fondo; hablamos de una orquesta invisible donde cada insecto tiene su partitura y su momento estelar, casi con agenda propia.
Vega, quien ha compuesto y producido para diversas ediciones de esta fiesta, demuestra una capacidad asombrosa para fusionar el arte sonoro con la complejidad visual y coreográfica. Este año, en la obra “San Juan, mi tierra querida”, su rol es crucial: la maquetación, compaginación y mezcla final tanto del show principal como del pre-show en el velódromo, instantes clave para la expectativa del público sanjuanino.
La arquitectura del sonido: de grillos a universos paralelos
El proceso creativo de Vega se inicia con una inmersión profunda en el guion, donde cada palabra se convierte en una pista para identificar los paisajes sonoros que darán forma al ambiente. Su obsesión es clara: obtener sonidos «limpios y precisos, sin contaminación de otros ruidos», para asegurar que cada efecto impacte con la fuerza deseada. «La idea es formar paisajes sonoros donde puedo determinar, mediante la edición y postproducción, cuándo, cómo y en qué zona del velódromo va a sonar un grillo, un tero o un murciélago», explica Vega, quien además se encarga de las transiciones, empleando síntesis sonora para una fluidez impecable entre escenas.
La materialización de estos sonidos raya en lo ingenioso. Vega suma capas de texturas como suelo, jarilla, glitter (sí, leyó bien, glitter) y golpes pesados, utilizando técnicas de síntesis sonora para crear transiciones e impactos que acentúan momentos clave y mantienen la atención. Muchas veces, estos sonidos también actúan como marcaciones para los bailarines, una suerte de metrónomo invisible. El productor no dudó en apoyarse en resonadores como un arco de chelo o un batidor portátil para hacer vibrar elementos diversos, demostrando que la creatividad no tiene límites, ni instrumentos preestablecidos. Incluso, ensambló un oscilador simple, “una especie de sintetizador primitivo que reacciona al movimiento o la luz, del cual extraigo varias muestras que luego me ayudan a formar un ambiente mágico y etéreo, como de transportación dimensional”. Uno casi esperaría que el público comience a levitar suavemente al escuchar estos acordes. Algunos pasajes de la obra también utilizan síntesis granular, descomponiendo los sonidos en pequeñas partículas para formar una “estela enrarecida de esos ecos”, un detalle que subraya la búsqueda de una experiencia auditiva casi onírica.
Sinergia creativa y tecnología de inmersión
Vega no camina solo en esta empresa. Su equipo cuenta con el talento de Ain Olivares, egresado de la ENERC Cuyo, cuyo aporte fue crucial en la grabación y mezcla. Olivares, con experiencia en cine y teatro, trajo su pericia en grabación surround en directo, logrando capturar el sonido ambiente en 3D y, de este modo, ofrecer una experiencia más realista y envolvente al público.
El diseño sonoro se entrelaza de manera orgánica con otras esferas de la producción, como los visuales y la coreografía. El sonido y la música son el cimiento sobre el cual se erigen las imágenes y animaciones. Posteriormente, una vez desarrolladas, Vega se encarga de ajustar y sonorizar los detalles “a contraimagen”, logrando una sincronización perfecta que potencia los momentos álgidos de la puesta en escena.
La Fiesta Nacional del Sol se distingue por un sistema de sonido 12.1, una configuración que no emana el audio desde un frente, sino que lo distribuye en 360 grados, sumergiendo por completo al espectador. «Los sonidos en movimiento los programo en base a lo que está sucediendo en la puesta en escena, creando una experiencia de inmersión total», detalla Vega. La mezcla final presentó su propio desafío, con el equipo colaborando estrechamente para minimizar los efectos de reverberación, dada la particular acústica del velódromo, un espacio que no fue precisamente diseñado para conciertos sinfónicos.
El sonido es, sin duda, un pilar de la Fiesta Nacional del Sol. El trabajo de Vega y su equipo, que va más allá de lo técnico para adentrarse en lo creativo y conceptual, es una pieza clave. «Es un honor ser parte de esta producción. Junto con Ain, esperamos ver crecer este equipo y seguir aportando a la magia de la fiesta», concluyó Leandro Vega, un visionario que nos invita a escuchar San Juan de una forma completamente nueva.
** **
La receta: capas de jarilla y glitter (¡sí, glitter!). ¿El resultado? «Paisajes sonoros» que prometen «transportación dimensional». ¿Herramientas? Batidores y «sintetizadores primitivos» de resistencias. Porque la Fiesta del Sol merece un viaje astral garantizado por cada tero. Prioridades.
** **
El 12.1 no es un capricho. Es para que el público *exista* dentro del murmullo del murciélago, programado con precisión suiza. Domar la reverberación del velódromo es su epopeya. Vega lo llama honor. Nosotros, una audacia que redefine lo que creíamos saber de «sonido ambiente».