El implante ocular de Hodak: de la ceguera a leer páginas enteras

Redacción Cuyo News
12 min
Cortito y conciso:

Science Corp., la startup del ex Neuralink Max Hodak, anunció que su prótesis ocular PRIMA permitió a pacientes con ciertas cegueras volver a leer letras, números y hasta páginas enteras. El avance, publicado en *The New England Journal of Medicine*, es un hito en la recuperación de la visión mediante interfaces cerebro-ordenador, enfocándose en casos donde los fotorreceptores están dañados pero el nervio óptico sigue intacto. El dispositivo promete mejorar la agudeza visual y el color en los próximos años, esperando su aprobación en Europa para 2025.

Desde California, con ese aire de quien ya vio el futuro y viene a contárnoslo, la startup Science Corp. soltó una bomba que, para muchos, sonaría a ciencia ficción: pacientes que, tras la implantación de su prótesis ocular PRIMA, recuperaron la capacidad de leer. Sí, no solo letras sueltas o algún número extraviado, sino párrafos enteros de un libro. La noticia, que en la era de la inmediatez parece vieja pero data de fines de octubre, ya tiene el sello de la prestigiosa The New England Journal of Medicine.

Al frente de esta cruzada por la visión, un nombre conocido en los círculos tech: Max Hodak, 36 años, ex cofundador y presidente de Neuralink, la compañía de Elon Musk. Tras desvincularse del excéntrico magnate en 2021, Hodak fundó Science Corp. para dedicarse, con una seriedad casi robótica, a las interfaces cerebro-ordenador, la nueva frontera donde la vista parece ser solo el primer eslabón. Con la pose calculada de un científico-emprendedor, Hodak desgranó sus avances, dejando en el aire la pregunta: ¿estamos ante un milagro o simplemente ante el paso lógico de una tecnología que avanza a velocidad Warp?

La precocidad de Hodak no es un detalle menor. En su propia web personal, confiesa un interés por las interfaces cerebro-ordenador desde la infancia. Un tema, ciertamente, poco común para un niño que no tiene que ver con jugar al fútbol o coleccionar figuritas. Para el ingeniero biomédico, la razón es obvia, casi dogmática: "El cerebro es donde se asienta toda tu experiencia. Es el único órgano que realmente me importa. El resto del cuerpo existe para sostener al cerebro, desplazarlo de un lado a otro y facilitar sus funciones. Esto me resultaba bastante evidente desde muy temprano." La contundencia de la afirmación se sostiene, dice, en los "efectos que no se logran en medicina" tradicional. Y allí, el golpe de efecto: "Con las interfaces cerebro-ordenador colocas un implante en la corteza motora y 30 minutos después tienes un paciente que juega a videojuegos con la prótesis ocular de PRIMA. Los pacientes pasan de estar casi ciegos, tanto que no reconocen las caras, a poder leer cada letra en una tabla optométrica y poder hacer crucigramas." Una descripción que pinta un cuadro casi milagroso, ¿o es que los milagros ahora vienen con un chip?

La ciencia ficción se hace realidad (y más rápida de lo que pensábamos)

La pregunta obvia es cuánto de aquellos sueños infantiles ya se materializó. "Muchas cosas", responde Hodak con la misma celeridad. "Realmente todo esto era ciencia ficción hace 20 años y ahora hay muchos avances que están llegando rápidamente." Una afirmación que, viniendo de un ex-Musk, suena a promesa de que lo que hoy nos parece asombroso, mañana será una reliquia.

PRIMA: el secreto del chip que imita al ojo

Pero, ¿cómo funciona este artilugio que promete devolver la luz? Hodak lo explica con la didáctica de quien desmenuza un juguete complejo: PRIMA es un chip minúsculo, "un conjunto de celdas hexagonales diminutas", cada una operando como un panel solar. Se implanta debajo de la retina y se sincroniza con unas gafas especiales. Estas gafas, a su vez, integran una cámara que capta el entorno y un proyector láser que envía las imágenes al ojo. La magia, o la ingeniería, ocurre cuando la cámara registra el mundo y un emisor infrarrojo traduce esa información en patrones que se proyectan directamente al implante, estimulando la retina. "Así que en esencia [PRIMA] actúa como un fotorreceptor electrónico", sentencia Hodak. El detalle crucial es que esta tecnología está pensada para quienes ya conocieron la visión; es decir, cerebros que "saben cómo es ver" y nervios ópticos intactos, pero con los conos y bastones –las células fotorreceptoras– dañados. Un bypass electrónico para un problema biológico.

Las aplicaciones de PRIMA son variadas, apuntando a un abanico de patologías que incluyen la degeneración macular asociada a la edad (donde ya se vieron resultados prometedores, según el estudio), la retinitis pigmentosa, la enfermedad de Stargardt o ciertos casos de retinopatía diabética. En todos ellos, el denominador común es la muerte de los fotorreceptores, mientras que la conexión cerebral permanece, digamos, en línea. El chip, entonces, "permite estimular la retina directamente, sorteando los conos y bastones que están muertos". ¿Una solución mecánica, un simple parche? Hodak prefiere el término "solución electrónica", y subraya un concepto clave que nos lleva al corazón de su filosofía: "Funciona porque el cerebro es un órgano de procesamiento de información. Así que puedes interactuar con él de manera informacional." ¿Será que el cerebro es el nuevo disco duro, susceptible de ser formateado y actualizado?

Cuando se le pregunta sobre la emoción de ver a un paciente recuperar la lectura, Hodak baja un poco la guardia tecnológica para revelar una conexión personal. "Mi abuelo materno tenía retinitis pigmentosa, así que crecí de cerca con la pérdida de visión. Y ver que esta solución llega a pacientes es muy emocionante." Su abuelo, cuenta, solo pudo recurrir a "lupas de aumento para intentar paliar la pérdida de visión". "Claramente no funcionaba", admite con la sequedad del científico. Por eso, el impacto de ver a PRIMA en la portada de Time fue particular: "crecí viendo dispositivos de este estilo en la portada de Wired cuando no funcionaban y se decía que estaban a la vuelta de la esquina. Y ahora, 25 años más tarde, realmente lo están." Una reivindicación, casi personal, contra las promesas incumplidas del pasado.

La «curación» de la ceguera: ¿un mito o una meta?

Aquí viene la pregunta del millón, la que todo el mundo quiere escuchar: ¿cuánto falta para "curar la ceguera"? Hodak, con una honestidad que contrasta con el hype habitual del sector, aclara: "Efectivamente, yo no usaría la expresión ‘curar la ceguera’." El optimismo tiene sus límites. La visión lograda con PRIMA, aclara, "no es tan buena como la visión natural. El paciente preferiría tener su visión normal." Sin embargo, la promesa no se diluye del todo: "A lo mejor en los próximos cinco o siete años podríamos alcanzar la agudeza visual normal." ¿Resolución natural? "Creo que estamos a una o dos generaciones de dispositivos hasta alcanzar este 100% de visión." Y un factor no menor: "el color. Ahora PRIMA devuelve resultados en blanco y negro." Aunque el color, al menos el rojo y el verde, podría llegar "en los próximos años", con el azul como el obstáculo mayor. La proyección es que, para principios de la próxima década, habrá una serie de opciones "casi tan buenas como la visión original".

Insistiendo en la "impertinencia" de la pregunta, se vuelve sobre la "curación". Y Hodak es categórico: la ceguera es un universo de causas. "Esta degeneración de los conos y los bastones es una, la pérdida del nervio óptico es otra, generalmente debido al glaucoma. Y nuestro enfoque no funciona con glaucoma. Para eso necesitarías otro enfoque que regenerara la conexión entre la retina y el cerebro." Es decir, la solución de Science Corp. es un camino, no el único, ni la panacea para todos los males de la vista. Un detalle fundamental que merece ser subrayado.

El panorama de las interfaces cerebro-ordenador, aclara Hodak, es mucho más vasto de lo que se cree. No solo abarca las prótesis oculares, sino también "implantes cocleares auditivos o la neuromodulación de bucle cerrado […] para enfermedades como el Parkinson". Desmonta la idea popular, a menudo alimentada por el show de Neuralink, de que este campo es sinónimo de "decodificadores de la corteza motora" que permiten "usar un ordenador". Eso, para Hodak, es "solo un tipo de interfaz cerebro-ordenador". Y la invasividad, parece, no es un requisito ineludible. "Creo que muchas de estas cosas serán posibles sin métodos invasivos, con wearables", es decir, dispositivos de uso externo. Imaginen: "No necesitarás tener un implante para decodificar la voz, por ejemplo." El futuro, según Hodak, no solo es digital, sino también llevable.

¿Qué más nos espera? La visión del ingeniero biomédico se expande aún más, casi al límite de lo que la ética permite cuestionar en voz alta. "Cuando un paciente ha tenido un derrame cerebral y ha perdido la parte de su cerebro, ¿se podría restaurar?" La pregunta, retórica y profunda, abre la puerta a un campo aún más radical de la "ingeniería en el cerebro", que va más allá de las interfaces tradicionales. "Está en investigación. Se ha probado en modelos animales, pero creo que podría llegar a humanos en los próximos años", afirma con una seguridad que inquieta y asombra a partes iguales.

Finalmente, la pregunta que muchos se hacen: ¿cuándo estará disponible PRIMA para el gran público? Hodak es optimista, aunque con la cautela necesaria. "Estamos pasando el proceso de revisión en Europa en estos momentos." En Estados Unidos, la FDA (Federal and Drug Administration) maneja los tiempos "un poco más lento", por lo que los pacientes europeos probablemente tendrán acceso antes. La expectativa es clara: "Esperamos que esté en el mercado durante el próximo año." Es decir, la revolución de la visión, al menos en blanco y negro y con algunas condiciones, está a la vuelta de la esquina. Y, como siempre, el Viejo Continente le saca una cabeza a la burocracia del Nuevo Mundo.

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