Bahía Blanca, tras el diluvio, se refugia en la solidaridad del deporte. Figuras como Ginóbili, Messi y Lautaro Martínez se movilizan para ayudar a los damnificados, mientras clubes y deportistas locales ponen el hombro para la reconstrucción.
Bahía Blanca, la ciudad que se inundó de solidaridad
La catástrofe que azotó a Bahía Blanca dejó un tendal de destrucción, pero también una inmensa ola de solidaridad. Calles convertidas en ríos, casas inundadas y familias destrozadas. Un escenario digno de película de terror, pero con un final, esperemos, un poco más feliz. Franco Pennacchiotti, pívot de Villa Mitre, y Hernán «Pancho» Jasen, leyenda de la Generación Dorada, junto a Carlos Mungo, DT del Tricolor, nos pintan el panorama desde adentro, con la crudeza de quien lo vivió en carne propia. «Ponemos el cuerpo para ayudar a la gente que lo necesita”, tiró Mungo, con una simpleza que emociona más que un gol de chilena en el minuto 90.
Cuando el deporte se pone la camiseta de la solidaridad
Bahía Blanca, cuna de gigantes del deporte, encontró en sus hijos pródigos un ejército de voluntarios. Mungo, que se quedó sin celu y sin zapatillas por andar rescatando gente de un geriátrico, cuenta que los clubes se convirtieron en centros de acopio y contención, algo así como el Monumental en el 86 pero sin Maradona en la cancha (aunque con Manu alentando desde afuera). Pennacchiotti, que debe tener brazos más largos que los de Manute Bol, se lo cruzaba repartiendo pañales y agua como si fueran asistencias para una volcada.
El temporal, que tiró abajo más defensas que el Racing de Mostaza Merlo, fue un golpe durísimo. En un día cayó el agua de seis meses, dejando a la ciudad en un pozo –y no precisamente el de la cancha de Olimpo–. “Bahía está, literalmente, en un pozo. El agua va para el centro”, explicó Guido Pella, que sabe de inundaciones tanto como de reveses a una mano.
Jasen, con la precisión de un triple desde la esquina, describió el desastre en su barrio: electrodomésticos fritos, muebles flotando y autos navegando como si fuera Venecia. Pero entre tanta desolación, destacó la garra de la gente: “La crudeza de la naturaleza te pega, con mayor brutalidad, en el momento en el que sacas artículos que ya no te sirven de tu casa y otra gente se la lleva porque ha sido despojada de mucho más”.
La Generación Dorada, también fuera de la cancha
Y como no podía ser de otra manera, los ídolos bahienses dijeron presente. Manu Ginóbili, el tipo que nos hizo creer que volar era posible (y encima con la mano izquierda), pidió ayuda a través de las redes. Messi, Lautaro y Pezzella, que la deben estar rompiendo en Europa, también mandaron mensajes de apoyo y se pusieron a disposición. Armaron un grupo de Whatsapp, tipo el de Scaloni con los jugadores, para coordinar la ayuda. Pepe Sánchez, otro de la banda de Manu, también se sumó a la movida solidaria, demostrando que la Generación Dorada no solo brilla en la cancha.
El intendente Susbielles tiró la posta: el 70% de la ciudad fue afectada. Un número que asusta más que una patada de Passarella. Por eso, más allá de la ayuda inmediata, Mungo advirtió: “Cuando dejemos de ser noticia, es responsabilidad del gobierno, de cualquier estrato, ayudar a los damnificados”. Y tiene razón: la reconstrucción va a ser más larga que un partido de básquet con suplementario.
El deporte, una vez más, demostró que es mucho más que un juego. Es un cable a tierra en momentos difíciles, una inyección de esperanza en medio de la tormenta. Y en Bahía Blanca, el deporte se puso la 10 y salió a la cancha para ayudar a su gente.