Se armó la de San Quintín en Parque Patricios: la barra de Huracán se tiroteó entre facciones por el poder y las ganancias. El video es una película de mafiosos, pero sin De Niro. Al final, todos zafaron como el Chapulín Colorado.
Lluvia de balas en Pompeya: la interna de la barra de Huracán que no para
Eran casi las once de la noche cuando en Nueva Pompeya se escuchó un concierto de estruendos. Pero no era el pronóstico de Tormenta, sino la barra de Huracán a los tiros. En la calle Corrales, donde vive Claudio De Respinis, el capo de la facción oficial «la José C. Paz», se armó la podrida. La facción disidente, liderada por el «Gordo Pablo», le fue a tocar la puerta a los muchachos de José C. Paz. Y como si fuera una escena salida de una película de gangsters -pero sin Marlon Brando-, se desató un tiroteo digno de Hollywood.
Los vecinos, asustados como el Dibu Martínez en un penal, llamaron a la Policía. Cuando los uniformados llegaron, los barras, más rápidos que Mbappé en velocidad, descartaron las armas. Al final, todos fueron identificados, pero como si fuera un truco de magia, ninguna pistola apareció. Quedó todo en la nada misma, como un penal de Higuaín en una final. La causa: «daños». Un chiste.
La interna de la barra brava: una pelea por la guita y el poder
Este tiroteo es el último capítulo de una novela que arrancó en 2024. La facción disidente quiere desbancar a la familia De Respinis, que maneja la tribuna desde hace casi 30 años, una dinastía como la de los Grondona en AFA. Ya hubo lío en la previa del partido contra San Lorenzo: se agarraron a piñas en la popular y después, afuera, la Policía detuvo a 60 barras, la mayoría de la disidente. Para colmo, les dieron derecho de admisión por dos a cuatro años. ¿Adivinen a quiénes no les dieron ni un día? A los De Respinis, obvio.
De Uruguay al búnker de los De Respinis: la guerra se intensifica
Hartos de la situación, Eric Suárez y Cristian Gualco, dos pesados de la disidente con más derecho de admisión que partidos jugados, decidieron ir al choque. Junto a otros barras, fueron al bunker de los De Respinis en la calle Corrales. La idea era charlar, dicen. Pero en el mundo barrabrava, «charlar» puede significar cualquier cosa, menos una conversación con café y medialunas.
El resultado ya lo sabemos: un tiroteo que quedó registrado en un video digno de un programa de Rial. En el auto de los disidentes quedaron dos agujeros de bala, como si lo hubiera atacado un jabalí furioso. Y la casa de De Respinis también recibió su dosis de plomo. Ah, y lo más insólito: la Policía no encontró ni un arma. ¿Se las tragó la tierra? ¿Las escondieron en el estadio? Un misterio digno de Sherlock Holmes.
Así fue el feroz tiroteo entre barras de Huracán
Más imágenes del tiroteo, afuera de la casa del jefe de la barra de Huracán
El hincha de Huracán, el que siempre pierde
Mientras tanto, el hincha común, el que paga su entrada y alienta al equipo, una vez más, es el perjudicado. El partido contra San Martín de Formosa se jugará a puertas cerradas. Y el próximo sábado, contra Independiente de Mendoza, se jugará a las nueve de la noche. Un horario ideal para que los barras se manejen como pez en el agua… o como barra en la oscuridad. La interna de la barra de Huracán es un problema que parece no tener fin. Una historia de violencia y poder que, lamentablemente, no sorprende a nadie en el fútbol argentino. Como diría el Bambino Veira: «¿Qué te pasa, Huracán?».



