Felipe Loyola, con poca participación pero intervenciones claras, le faltó pisar más el área pero se destacó con un buen centro a Giménez Rojas y un remate que exigió a Sanguinetti.
¿Loyola jugó a lo Riquelme en un potrero inundado?
El análisis del partido de Felipe Loyola nos deja con una sensación agridulce, como cuando te comés un asado de tira que está buenísimo pero te quedás con hambre. Si bien es cierto que no tuvo una presencia arrolladora en ataque, como la de Palermo en el Monumental, sus intervenciones fueron precisas y con una claridad que ya quisiera tener Messi para definir algunos penales.
Loyola, esquivando los charcos del mediocampo cual Maradona gambeteando ingleses, priorizó la calidad por sobre la cantidad. Le puso un centro a Giménez Rojas que fue un pase de billar, con la precisión de un reloj suizo. Si Giménez Rojas lo hubiese metido, estaríamos hablando de otra cosa, pero bueno, a veces la pelota no quiere entrar y te quedás con las ganas, como Bochini en un picado contra el equipo de la fábrica.
Participación escasa, pero con dos remates que casi hacen historia
«Llegó poco al área de enfrente, pero sacó dos remates, uno atajado por Sanguinetti», dicen las crónicas. Y sí, dos remates no son veinte, pero si uno de esos dos remates entraba… ¿Estamos hablando de un Loyola candidato al Balón de Oro? No nos adelantemos, pero tampoco lo descartemos. Uno de esos remates obligó a Sanguinetti a estirarse como si fuera Cóndor Rojas tratando de atajar un penal inventado.
Hay que reconocer que la estrategia de Loyola de evitar el barro del mediocampo puede ser discutible. Quizás, con un poco más de barro en los botines, podría haber generado más peligro. Pero, como dijo Menotti alguna vez: “el fútbol es un juego de errores” y Loyola, al menos en esta ocasión, minimizó los suyos. Un partido para el análisis, un Loyola para seguir de cerca. Lo que es seguro, es que este pibe tiene pasta de crack, aunque a veces parezca que juega con ojotas en la cancha.
