En una esquina montevideana que hoy ocupa una despensa, se jugó el primer partido del Mundial de fútbol en 1930. Un encuentro histórico, poco recordado, que vio nacer la leyenda de la Copa del Mundo.
Del potrero al planeta: la génesis olvidada de los Mundiales
Arrancó con barro, lluvia y sin el Centenario listo: el primer partido de un Mundial se jugó en la cancha de Peñarol en Pocitos, Montevideo, un 13 de julio de 1930. Francia le ganó 4-1 a México, ante la mirada atenta de la Selección Argentina, que presenció el encuentro con sobretodo y boina, cual Sherlock Holmes futbolero. Ah, y el primer gol mundialista lo metió Lucien Laurent, un tipo que laburaba en Peugeot y después terminó combatiendo en la Segunda Guerra Mundial. ¡Un distinto!

Laurent, el héroe de Peugeot que metió el primer gol en un Mundial
El gol de Laurent, a los 19 minutos, fue una obra de arte para la época (o por lo menos eso dicen las crónicas). «El partido comenzó normal, ambos equipos luchaban. De pronto, (Edmond) Delfour atacó por la derecha y se la pasó a (Ernest) Liberati, que tiró el centro. Yo corrí y conecté la pelota al caer, y entró por el ángulo», contó el propio Laurent, que vivió una vida digna de película.

Del estadio al almacén: ¿qué quedó del mítico Pocitos?
Hoy, del estadio Pocitos no queda ni el recuerdo para la mayoría de los montevideanos. Donde antes se jugaba al fútbol, ahora hay una despensa. En 2006, el arquitecto Héctor Enrique Benech, cual Indiana Jones del urbanismo, logró identificar el lugar exacto del campo de juego. Se instaló una escultura y una placa, pero el tiempo y algún que otro vándalo hicieron de las suyas. Vecinos consultados por TyC Sports confesaron no tener idea de la importancia histórica del lugar. «Ni idea, y eso que soy de Peñarol», dijo uno, dejando en evidencia que a veces la historia está más cerca de lo que pensamos, pero la tapamos con fideos y puré de tomate.

De aquel potrero uruguayo al penal de Montiel en Qatar, pasaron casi 95 años y 22 campeones. Un largo camino recorrido, desde el barro de Pocitos hasta la gloria mundialista. Y pensar que todo empezó en una esquina que hoy vende pan y leche… ¡Qué paradoja, bo!