Las declaraciones del periodista Eduardo Feinmann reavivaron el debate sobre la eficiencia del sistema universitario argentino. El conductor señaló que el país invierte en educación superior un porcentaje de su PBI similar al de potencias del G20, pero obtiene resultados significativamente más bajos en términos de graduación.
La inversión y sus resultados
De acuerdo con informes de la OCDE y el Banco Mundial, Argentina destina alrededor del 1,04% del PBI a la educación superior. La cifra es comparable a la de países desarrollados e incluso superior a la de Japón, Israel o Irlanda. Sin embargo, apenas 19% de los jóvenes entre 25 y 34 años obtiene un título universitario, frente al 48% promedio de la OCDE.
En contraste, Japón presenta una tasa de graduación superior al 60%, Irlanda supera el 62% e Israel alcanza el 46%. La brecha muestra que la inversión argentina no se traduce en resultados equivalentes.
Causas de la baja graduación
Especialistas en educación señalan múltiples factores:
- Compatibilización con el trabajo: gran parte del alumnado debe emplearse para sostenerse, lo que alarga carreras o deriva en abandono.
- Brecha educativa: muchos ingresan con deficiencias de la secundaria, lo que convierte al primer año en un filtro masivo.
- Planes extensos y rígidos: las carreras suelen tener mayor duración que en otros países y poca flexibilidad para la reinserción.
- Ineficiencias en el gasto: se cuestiona la distribución de recursos, la proporción de docentes y no docentes por alumno y la efectividad de los programas de retención.
Un debate estratégico
La discusión no apunta a cuestionar la gratuidad ni el acceso irrestricto, pilares del sistema argentino, sino a mejorar su eficiencia. Entre las propuestas, se mencionan fortalecer la articulación secundaria-universidad, revisar los planes de estudio, ampliar becas y brindar apoyo económico que permita a los estudiantes dedicarse a tiempo completo.
El desafío es claro: que la inversión sostenida en universidades se traduzca en más graduados y mayor aporte al desarrollo del país. De lo contrario, Argentina seguirá mostrando un contraste entre esfuerzo fiscal y resultados académicos.
El debate sobre la educación universitaria en Argentina volvió al centro de la escena tras las declaraciones de Eduardo Feinmann, quien señaló que el país invierte un porcentaje del PBI en educación superior comparable al de naciones del G20, pero con una de las tasas de graduación más bajas: apenas el 19% de los jóvenes entre 25 y 34 años obtiene un título universitario. La paradoja abre interrogantes sobre la eficiencia del sistema, en contraste con países como Japón, Irlanda o Israel, donde la inversión se traduce en índices de egreso mucho mayores.
Resumen generado automáticamente por inteligencia artificial
Contenido humorístico generado por inteligencia artificial
Las declaraciones del periodista Eduardo Feinmann reavivaron el debate sobre la eficiencia del sistema universitario argentino. El conductor señaló que el país invierte en educación superior un porcentaje de su PBI similar al de potencias del G20, pero obtiene resultados significativamente más bajos en términos de graduación.
La inversión y sus resultados
De acuerdo con informes de la OCDE y el Banco Mundial, Argentina destina alrededor del 1,04% del PBI a la educación superior. La cifra es comparable a la de países desarrollados e incluso superior a la de Japón, Israel o Irlanda. Sin embargo, apenas 19% de los jóvenes entre 25 y 34 años obtiene un título universitario, frente al 48% promedio de la OCDE.
En contraste, Japón presenta una tasa de graduación superior al 60%, Irlanda supera el 62% e Israel alcanza el 46%. La brecha muestra que la inversión argentina no se traduce en resultados equivalentes.
Causas de la baja graduación
Especialistas en educación señalan múltiples factores:
- Compatibilización con el trabajo: gran parte del alumnado debe emplearse para sostenerse, lo que alarga carreras o deriva en abandono.
- Brecha educativa: muchos ingresan con deficiencias de la secundaria, lo que convierte al primer año en un filtro masivo.
- Planes extensos y rígidos: las carreras suelen tener mayor duración que en otros países y poca flexibilidad para la reinserción.
- Ineficiencias en el gasto: se cuestiona la distribución de recursos, la proporción de docentes y no docentes por alumno y la efectividad de los programas de retención.
Un debate estratégico
La discusión no apunta a cuestionar la gratuidad ni el acceso irrestricto, pilares del sistema argentino, sino a mejorar su eficiencia. Entre las propuestas, se mencionan fortalecer la articulación secundaria-universidad, revisar los planes de estudio, ampliar becas y brindar apoyo económico que permita a los estudiantes dedicarse a tiempo completo.
El desafío es claro: que la inversión sostenida en universidades se traduzca en más graduados y mayor aporte al desarrollo del país. De lo contrario, Argentina seguirá mostrando un contraste entre esfuerzo fiscal y resultados académicos.