El nombre del mítico grupo mendocino Los Enanitos Verdes tiene un origen ligado a un episodio paranormal ocurrido en el Puente del Inca en 1979. Una fotografía tomada por una familia local mostraba una figura extraña con tonos verdosos, lo que derivó en una ola de especulaciones que incluso llegó hasta la NASA. Inspirados por ese fenómeno y su fuerte pertenencia provincial, los músicos adoptaron ese nombre.
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En tiempos donde elegir el nombre de una banda implica combinar aleatoriamente sustantivos con adjetivos cool, Los Enanitos Verdes se adelantaron más de cuatro décadas con una historia que mezcla misticismo, extraterrestres y cordillera. Porque sí, detrás del nombre que recorrió América Latina hay algo más que una reunión entre amigos con guitarra: hay un “enanito verde” en plena montaña mendocina que, según cuentan, no estaba de paso.
Corría 1979, y una familia —de apellido Nobiltá, digna de novela de intriga— volvía de una excursión al Puente del Inca. Entre selfies analógicas (léase: fotos con rollo) y brisa andina, sintieron “algo raro”. Raro tipo “esto va para archivo X”, no raro tipo “olvidamos el termo”. La sospecha se confirmó al revelar las fotos: una figura anaranjada, con brillos verdosos, que no era ni turista, ni sombra, ni lombriz, ni filtro.
La imagen hizo tanto ruido que llegó a los diarios locales, y la leyenda urbana creció al punto de rozar la NASA, como si el organismo tuviera una división dedicada al análisis de misterios cuyanos. En ese caldo de relatos, entre el rock incipiente y el folclore ovni, Marciano Cantero, Felipe Staiti y Daniel Piccolo dijeron: “Somos de Mendoza, suena bien, tiene historia… quedamos como Los Enanitos Verdes”.
Y así fue como un suceso paranormal terminó convertido en marca registrada del rock nacional. Si fue real o no, poco importa: lo cierto es que, desde entonces, los enanitos dejaron de ser mito para convertirse en música.
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El nombre de la reconocida banda mendocina Los Enanitos Verdes no fue una elección al azar ni un simple juego de palabras. Su origen se remonta a un episodio de carácter paranormal que se volvió popular en la provincia de Mendoza hacia fines de los años 70.
El hecho ocurrió en 1979, cuando la familia Nobiltá, tras una excursión al Puente del Inca, tomó una serie de fotografías del paisaje. Una de las integrantes, Inés Tecchioli, aseguró haber sentido “algo raro” en el ambiente durante la visita. La sorpresa llegó al revelar el rollo fotográfico: en una de las imágenes apareció una figura de tonalidad anaranjada con destellos verdes, que no correspondía a ninguno de los presentes ni a elementos naturales del lugar.
La imagen tuvo alta repercusión en medios locales y generó una ola de rumores sobre la presencia de figuras misteriosas en esa zona de la cordillera. Algunos llegaron a afirmar que la foto habría sido analizada por la NASA para evaluar su autenticidad, aunque no existen registros oficiales que lo confirmen.
Una leyenda urbana que inspiró a una banda de rock
Este relato no quedó en el ámbito del misterio rural. Fue adoptado como inspiración por tres jóvenes músicos mendocinos: Marciano Cantero, Felipe Staiti y Daniel Piccolo. En plena búsqueda de identidad artística y con fuerte sentido de pertenencia local, eligieron el nombre “Los Enanitos Verdes” como un homenaje implícito a ese hecho que sacudió el imaginario popular de la época.
Desde entonces, la banda no solo se convirtió en un ícono del rock latino, sino que llevó ese curioso nombre por escenarios de todo el continente, convirtiendo una anécdota cuyana en parte del ADN cultural de la música argentina.