Hyrule Warriors: Age of Imprisonment: Gran acción, una historia desaprovechada.

Redacción Cuyo News
8 min

El universo de Hyrule, conocido por sus vastas épicas y héroes legendarios, se expande una vez más con la llegada de Hyrule Warriors: Age of Imprisonment. Este título, que prometía desentrañar los misterios de la enigmática Guerra del Encarcelamiento de The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, se consolida, paradójicamente, como un deleite jugable que, sin embargo, desaprovecha una oportunidad narrativa de oro.

La maestría en el campo de batalla: un festín de acción

Desde el primer instante, Age of Imprisonment abraza con fervor la fórmula «uno contra mil» que caracteriza a la saga Warriors, fusionando el encanto de Hyrule con la acción desenfrenada. La campaña, que se extiende por unas 18 horas, transporta a los jugadores a campos de batalla milenarios, desde las etéreas Islas Celestiales hasta las ominosas Profundidades, todos ellos reconocibles para los seguidores de Tears of the Kingdom. La constante aniquilación de oleadas de adversarios, la conquista de puestos avanzados y el enfrentamiento contra jefes cada vez más desafiantes resultan consistentemente entretenidos. Este logro se cimenta en la profunda comprensión que el juego demuestra hacia los elementos icónicos y novedosos del material original, integrándolos de manera fluida en su dinámica.

El título sobresale al incorporar las mecánicas más ambiciosas de Tears of the Kingdom en un sistema de combate extravagante y repleto de referencias. La pericia de Mineru, por ejemplo, se manifiesta en la invocación de trampas rodantes con pinchos y la construcción de catapultas para lanzar Constructos, reflejando el espíritu creativo de los dispositivos Zonai. Los controles, intuitivos y accesibles, permiten una ejecución fluida de ataques que, pese a su simplicidad, se transforman en un espectáculo visual constante. La progresión, marcada por el desbloqueo de nuevos combos y habilidades, mantiene el interés, premiando la experimentación con movimientos ingeniosos como la habilidad de Zelda para redirigir proyectiles con el Retrospectiva (Recall).

Las referencias creativas se extienden a las mecánicas de combate más sutiles, como los «Ataques Relámpago» tras esquivas perfectas o las debilidades específicas de los jefes, que permanecen fieles a las del juego principal (un flechazo al punto débil de un Flux Construct o una bomba en la boca de un Frox). Los dispositivos Zonai, como las Bombas de Tiempo, no solo sirven para exponer vulnerabilidades, sino que su gestión estratégica, ligada a la energía de la batería, añade una capa táctica que recontextualiza exitosamente las mecánicas de Tears of the Kingdom.

La frescura del juego se mantiene gracias a un sistema que fomenta el cambio constante de personajes durante la batalla. Los contraataques específicos para ciertos movimientos imbloqueables y los Ataques Sincronizados, donde dos guerreros unen fuerzas en un golpe especial, son ejemplos de cómo Age of Imprisonment promueve la diversidad estratégica y la interacción entre sus protagonistas. Este sistema de combate, profundo y excelentemente ejecutado, se beneficia de un rendimiento técnico sobresaliente en la nueva Switch 2, manteniendo generalmente unos fluidos 60 fotogramas por segundo, incluso con cientos de enemigos en pantalla. Aunque el modo cooperativo a pantalla dividida reduce el rendimiento a 30 fps, sigue siendo una opción viable y divertida para disfrutar con un amigo. La única disonancia en la presentación reside en las escenas cinemáticas, que a menudo se muestran entrecortadas y con menor nitidez que la jugabilidad.

Una historia que se desdibuja en el tiempo: una oportunidad perdida

A pesar de su brillo en el combate, Hyrule Warriors: Age of Imprisonment sufre un notorio tropiezo en su narrativa. A diferencia de Hyrule Warriors: Age of Calamity, que exploró un universo alternativo con éxito, este título, si bien no contradice los eventos de Tears of the Kingdom, falla en ofrecer una visión significativa de la historia que promete. La expectativa de una inmersión profunda en la Era del Encarcelamiento, en los orígenes de Hyrule y en los detalles de personajes como los Sabios, los Zonai o el propio Ganondorf, queda largamente insatisfecha.

La trama principal, que sigue a Zelda en su viaje al pasado junto a Rauru y Sonia en su lucha contra Ganondorf, se ve desplazada por un enfoque inesperado. El protagonismo recae en un nuevo personaje, el Constructo Misterioso, y su compañero Korok, Calamo. Este Constructo, que utiliza una versión del set de movimientos de Link de Age of Calamity, se erige como un sustituto del Héroe del Tiempo en una narrativa que no lo incluye, priorizando una vez más la jugabilidad. Los personajes nuevos, aunque añaden variedad al elenco jugable, carecen de profundidad argumental, y su integración en la historia principal es superficial.

Esta decisión representa una notable oportunidad perdida para el lore de The Legend of Zelda. Calamo, a pesar de sus destellos como compañero clásico al estilo de Fi o Midna, no logra compensar la ausencia de una exploración profunda de los elementos fundacionales de Tears of the Kingdom. Ganondorf apenas tiene desarrollo, y los Sabios, que en el juego original eran meros recursos argumentales, reciben nombres y motivaciones superficiales sin el tiempo necesario para generar una conexión emocional con el jugador, quedando muy por debajo de la personalidad memorable de los Campeones de Breath of the Wild.

La reiteración de la misma versión de Hyrule y de arquetipos de personajes, por cuarta vez en la «Era Salvaje» de Zelda, provoca una sensación de «déjà vu» que resta frescura a la experiencia. La indistinguibilidad visual entre el Hyrule antiguo y el actual agrava esta percepción, forzando al jugador a depender únicamente de la narrativa para ubicar cronológicamente los eventos. Adicionalmente, el juego elude activamente momentos clave de Tears of the Kingdom, como si temiera desvelar giros argumentales de un título que se presume la mayoría de los jugadores ya han experimentado.

A pesar de estos reparos narrativos, con puntos luminosos como la conexión entre Mineru y Zelda, o las ingeniosas referencias a eventos menores, la despedida de la Zelda que ha acompañado a los jugadores por más tiempo en la historia de la saga deja un sabor agridulce. Hyrule Warriors: Age of Imprisonment, en esencia, es un videojuego de acción excepcional, rebosante de contenido opcional que asegura horas de diversión. Su ingeniosa recontextualización de las mecánicas de Tears of the Kingdom lo convierte en la mejor experiencia musou de la franquicia hasta la fecha. Sin embargo, su reticencia a profundizar en la rica mitología de Hyrule y su enfoque en personajes nuevos sin una conexión profunda con la trama principal, lo sitúan como una precuela que, aunque entretenida, no logra estar a la altura de su vasto potencial narrativo. Es, sin duda, un viaje al pasado que merece la pena emprender por su jugabilidad, pero que deja al fan de la historia con una insatisfacción palpable.

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