Programa piloto del Ejército: ¿privilegios para expertos en tecnología?

Redacción Cuyo News
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¿Tecnología al frente? El ejército de EEUU nombra oficiales sin entrenamiento básico y desata la polémica

En una movida que sacudió los cimientos de la tradición militar, el Ejército de los Estados Unidos ha incorporado a cuatro expertos en tecnología como oficiales de la Reserva sin exigirles el cumplimiento del entrenamiento básico, un requisito fundamental para todos los demás reservistas. La decisión, que se dio a conocer en medio de un clima de creciente escrutinio sobre los privilegios de las élites tecnológicas, ha generado un debate encendido sobre la necesidad, la conveniencia y la equidad de este tipo de acuerdos especiales.

Los «techies» que no pasarán por la colimba

Los cuatro flamantes oficiales, cuyos nombres no han sido divulgados en su totalidad, son miembros de pleno derecho de la Reserva del Ejército, pero con una particularidad: a diferencia de sus compañeros, no deberán atravesar el riguroso entrenamiento básico. A cambio, se someterán a un programa de capacitación física y de tiro menos intensivo tras su incorporación. Como si esto fuera poco, tendrán la posibilidad de realizar parte de sus aproximadamente 120 horas anuales de servicio de forma remota, una ventaja que no se extiende al resto de los reservistas. Imagínense, en pijama y pantuflas, salvando la patria desde el sillón de casa. ¡Un lujo!

Pero la cosa no termina ahí. Según fuentes del Ejército, estos hombres no serán desplegados en zonas de combate, lo que significa que sus vidas no correrán peligro en potenciales conflictos bélicos. Su misión, en cambio, será «utilizar su innegable experiencia para instruir a sus colegas y superiores en el ejército sobre cómo utilizar las tecnologías de vanguardia para la eficiencia y la fuerza letal». O sea, darles una mano con la compu y el celu, básicamente. ¡Unos verdaderos gurúes digitales!

¿Cómo se gestó esta movida?

La pregunta que surge naturalmente es: ¿Cómo llegaron estos cuatro mosqueteros de la tecnología a vestir el uniforme sin pasar por la instrucción básica? Al parecer, la idea partió de un quinto individuo, identificado como el teniente coronel Sankar, quien ayudó a reclutar a los otros tres. Según Butler, otra fuente consultada, «el teniente coronel Sankar expresó: ‘Quiero llevar el uniforme’. Y tengo otros tres tipos dispuestos a ir conmigo'». Weil, uno de los reclutados, confirmó que se alistó tras la petición de Sankar. Parmeter, otro de los involucrados, explicó que, tratándose de un programa piloto con un resultado incierto, se optó por un proceso de selección cerrado. Un “casting” VIP, digamos.

Si bien es innegable que estos cuatro hombres desean servir a su país, la forma en que se gestó su incorporación ha despertado suspicacias. En un contexto de creciente malestar por los privilegios de la élite tecnológica, estos acuerdos especiales para «triunfadores digitales adinerados» parecen, cuanto menos, «insensibles», según palabras del propio artículo original. ¿Se imaginan la bronca de los reservistas que se rompen el lomo en el entrenamiento básico mientras estos cuatro genios se saltean la fila?

¿Era realmente necesario? La gran pregunta

La interrogante central que plantea esta historia es si estos expertos tecnológicos podrían haber brindado la misma ayuda desde el sector privado. Tanto Parmeter como Butler citan precedentes de casos en los que altos ejecutivos recibieron encargos directos en tiempos de guerra, como un alto ejecutivo ferroviario en 1917, el director de una empresa de gas y electricidad en 1944 y el presidente de General Motors Company en 1942. Sin embargo, se trataba de cargos a tiempo completo durante conflictos bélicos mundiales, una situación muy diferente a la actual.

Además, el Ejército ya cuenta con programas como el Servicio Digital de Defensa, que ofrece a trabajadores tecnológicos la oportunidad de prestar sus conocimientos al Pentágono a tiempo completo durante un máximo de dos años, y un programa de asesores de confianza, en el que civiles pueden trabajar a tiempo parcial o completo en proyectos. Entonces, ¿por qué crear este nuevo esquema con privilegios especiales? ¿Era realmente necesario «ir más allá», como afirma Parmeter, o se trata de una jugada marketinera para atraer talento tecnológico a las filas del Ejército? El debate continúa abierto, y seguramente dará mucho que hablar en los próximos días.

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